viernes, 4 de enero de 2013

La muerte es como una calle que, en un tramo determinado, se interrumpe: LORENZO GARCIA VEGA entrevistado


-¿De qué está hecha la playa Albina? ¿Cuál es su ubicación geográfica (o mental) exacta?

-De un ascetismo, de un ascetismo tanto más implacable, cuanto que se cofunde con el destino. Playa Albina es, en fin, lo que a uno no le queda más remedio. En este lugar, he tenido experiencias tan inolvidables como llegar a convertirme en mi heterónimo el doctor Fantasma, o sea convertirme en ese personaje que antes, siendo él funcionario estructuralista del CONICIT de Caracas, llegué a conocer (¿lo conocí o lo soñé?) en mis inolvidables años venezolanos. En este lugar, como sólo tuve, durante una prolongada temporada de experiencia etílica (temporada en la que escribí mis “Collages de un notario”), la posibilidad de dirigirme diariamente, tal como si se tratase de un peregrinaje, a un solar yermo donde habían botado un colchón viejo, llegué con ello a entrar en una especie de misticismo Pop donde, aunque careciendo de la más mínima habilidad manual, me llegué a convertir en un heterónimo Constructor de Cajitas. En este lugar, en fin, he terminado como tenía que terminar un hombre que toda su vida ha tenido el oficio de perder (sobre este oficio de perder, estoy escribiendo algo así, más o menos, como unas memorias): o sea, he terminado, a mis setenta años, en lo que esotéricamente el poeta venezolano Santos López ha calificado como una iniciación pero que manifiestamente sólo parece ser el ejercicio del oficio de bag boy, en un Publix de este arenal donde vivo.

Playa Albina, si quieres saber más, es también mi manera de ser cuban american. Pues tú y yo, mi querido amigo Batista, también somos minoría étnica, pero... Lo que pasa es que como no cultivamos el realismo editorial, no cobramos por eso.

Y, por último (¿pero por qué me enredo en decir esto que no va a ser entendido?), Playa Albina fue antes, como sueño, en Cuba, así como lo es ahora aquí, en La Florida, como realidad concreta (¿concreta?). Playa Albina, Miami, fue en los cubanos de mi generación (tanto los contras como los comunistas, nuestros comunistas, han sido siempre unos estalinistas consumistas) el modelo soñado para encarnar en nuestra desdichada isla. Pero no quiero seguir hablando de eso. No me interesa la política.

-Pienso que tus textos se explayan en una vitalidad extraordinaria, incluso en los pasajes pesimistas o de profundo cuestionamiento del sujeto poético, de su funcionalidad. Y pienso que eso se deja ver en el hecho de referirte con frecuencia a tu infancia en el Central Australia, o en tu auto-acusación de “padecer de inmadurez”.

-Me alegra que me digas eso, amigo León Félix, pues aquí en esta Playa Albina se está tan solo que hasta un amigo, aunque crea que uno es meritorio, puede pensar que lo que uno hace es como un buen jueguito de hábil fabricante de trucos, o como si uno se hubiera especializado, pero sin haber logrado triunfar en..., en diálisis, digamos. Es lamentable. Es lamentable que al convertirnos en fantasmas, o al entregarnos a la tarea de repetir y enumerar, de enumerar y repetir (“Todo texto es un catálogo”, decía Duchamp), no se sepa que uno está tratando de rescatar, a como pueda, una increíble, pero cierta, nevada que, precisamente en el Central Australia, se está seguro que se llegó a ver.

Y en cuanto a esa inmadurez en que tanto he insistido, sí quiero que se me vea en ella. Lo único que no me he permitido ni nunca me lo permitiré es ser oportuno. Por eso, después de mis Años de Orígenes, no quisiera volver a hablar sobre eso. No me gusta cobrar por lo que fui.

-¿La muerte?

-Me sospecho que en este oficio de bag boy, en esta iniciación de que habla el poeta Santos López, ya debe de estar su poquito de muerte. Me sospecho que hay algo así como una calle que, en un tramo determinado, se interrumpe, y está hablando.

-Al lector le parece evidente que, de la generación de Orígenes, la tuya es la poesía más fresca y atrevida. ¿Tiene que ver en esto el hecho de ser usted el benjamín de Orígenes?

-No, esto no tiene que ver con ninguna condición benjaminesca. Esto, más bien, tiene relación con una extraña raíz anacrónica. ¿Cómo explicarme? Yo tengo la costumbre decir las cosas así, sin explicarme, y a veces lo enredo todo. Pero voy a ver si aclaro lo que acabo de decir: se trata, lo confieso, que yo fui, en mi juventud, un curioso ejemplar de muchacho anacrónico enamorado de una vanguardia que tenía muy curiosos componentes: por una parte, esa vanguardia era como un telón de fondo, soñado, pero inexistente, de la década del 20 en que yo había nacido; y, por otra parte, esa vanguardia, extrañamente, estaba soñada como si Tom Mix, y los vaqueros que yo vi en las películas silentes de mi infancia, pudieran reducirse a la dimensión de unas figuras que se pudieran meter en unas cajitas semejantes a las que hacía Joseph Cornell.

-Háblame de ese constante rastreo de ti mismo, de esa lucidez y continua exploración del yo, de ese verse desde afuera de tus textos.

-Cumplo setenta años el mes que viene. Estoy ejerciendo, en un supermercado, el oficio de bag boy. Pero, ¡le juro que le digo la verdad!, antes de acabar mis días como bag boy, pasé varios años viviendo, quizá inútilmente. Leía a Krishnamurti, y diariamente iba, como en procesión, hacia un solar yermo donde estaba tirado un colchón. Soñé ese colchón, tirado en el solar yermo. ¿Era un solar yermo como perteneciente a una tierra baldía? No, era un solar yermo-solar yermo, no estaba haciendo literatura. Miraba al colchón y me planteaba asuntos como un cuadro que había pintado un loco. En ese cuadro había cuatro filas. En cada fila había cuatro casas iguales. El cuadro era amarillo.
Todo esto en la Playa Albina, por supuesto. Y como telón de fondo, por supuesto, la musiquita del carrito de helados del hombre de Nicaragua.

No sé cómo, en este mi oficio de perder, no me he acabado de joder. Pero no me jodí. Después mis años de peregrinación al lugar del colchón, me invitaron en Caracas a la Semana Internacional de la Poesía; y recibí una cartulina, en el supermercado donde trabajo, donde se hace constancia de mi alta calidad como bag boy.

-Hay la idea general de que, después de la Revolución, la literatura cubana más significativa se ha hecho en el exilio: Sarduy, Cabrera Infante, José Kozer... ¿Se trata de una falacia?

-Eso, como dice el Catecismo: “No me lo preguntéis a mí. Doctores tiene el Santo Madre Profesoral que os sabrán responder.” Eso sí, existe en este exilio poético y profesoral una especie de destierro que no entiendo muy bien. Se trata de unos nietos de Orígenes, sentimentales neobarrocos, que hablan de un paisaje donde hubo una fiesta innombrable. Es curioso, porque yo que viví durante los años de Orígenes, nunca vi nada de eso. La literatura, verdaderamente, puede conducir al delirio. Y es bueno que así sea. Pero lo malo es que el delirio se vaya a convertir en algo profesoral y reglamentado. Un delirante, bajo formalidades de tesis de grado, es demasiado.

-La pregunta inevitable: ¿cómo eran sus relaciones con Lezama, y cómo fueron hacia el final de su vida?

-Esta es la pregunta de los 64 millones. Ya hablé de eso en Los años de Orígenes y parece que tendría que seguir hablando. Pero ¿para qué? En Hispanoamérica no hay público lector, sino sólo profesores que leen por obligaciones de su cargo y escritores que leen a otros escritores. Pero lo malo, por supuesto, no es eso, lo malo es que aquí todo el mundo mira para el otro lado cuando se toca una estatua, o cuando se le tira un huevo a un bombín de mármol.

Además, a mí ya solo me gusta hablar sobre las cajitas, y hablar de cómo los textos se pueden reducir a cajitas. Repito, una vez más, que vivo en una Playa Albina, que descubrí a un doctor Fantasma, y que hasta, también, me he vuelto un fantasma. Aunque, ¡quién sabe! Como estoy escribiendo unas memorias, y las memorias tienen que ver con los testamentos, me considero que ya me acabé de morir, y vuelvo, desde el más allá, a hablar sobre Lezama. Pero no aseguro nada, los viejos, y mucho más los viejos que viven en una Playa Albina, dicen ya lo que les da la gana. De todas maneras, nadie se va enterar.



Esta entrevista a Lorenzo García Vega (1926-2012) fue realizada por
León Félix Batista (1964), publicada en el N° 20 de Realidad
aparte (verano 1998), revista de poesía que editan en Nueva York Gabriel Jaime Caro, Alonso Mejía y León Felipe Larrea y posteriormente por el Diario de Poesía, Buenos Aires. (foto con Lorenzo García Vega, Nueva York, 1998)

miércoles, 19 de septiembre de 2012

algunas antologías que me incluyen...


1) MIRADAS DE NUEVA YORK (MAPA POETICO), Juan Luis Tapia, Cuadernos del Vigía, Serie Mayor, Granada (España), 2000

2) ZUR DOS (ULTIMA POESIA LATINOAMERICANA), Yanko González & Pedro Araya, Paradiso, Buenos Aires (Argentina), 2004

3) JARDIM DE CAMALEÕES (A POESIA NEOBARROCA NA AMERICA LATINA), Claudio Danile, Iluminuras, São Paulo (Brasil), 2004

4) ZURDOS (ULTIMA POESIA LATINOAMERICANA), Yanko González & Pedro Araya, Bartleby editores, Madrid (España), 2005

5) CANTOS DEL AIRE (ANTOLOGIA DI POESIA DOMINICANA CONTEMPORANEA), Emanuele Bettini, SE, Milano (Italia), 2011

6) CUERPO PLURAL (ANTOLOGIA DE LA POESIA HISPANOAMERICANA CONTEMPORANEA), Gustavo Guerrero, Pre-Textos, Valencia (España), 2010

7) LA POESIA DEL SIGLO XX EN REPUBLICA DOMINICANA, José Mármol y Basilio Belliard, Visor, Madrid (España), 2011

8) JINETES DEL AIRE (POESIA CONTEMPORANEA DE LATINOAMERICA Y EL CARIBE), Margarito Cuéllar, RIL, Santiago de Chile (Chile), 2011

9) UN PAIS IMAGINARIO (ESCRITURAS Y TRANSTEXTOS, 1960-1979), Maurizio Medo, Ruido Blanco, Quito (Ecuador), 2011

10) 17 POETI DELLA REPUBBLICA DOMINICANA, Emilio Coco, Sentieri Meridiani edizioni, Provincia di Foggia (Italia), 2012

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mi librito cartonero


La pequeña casa incendiada del autor
Inflamable de León Félix Batista. La propia cartonera, Montevideo, 2009. 42 páginas



Latin [América]

La obra de León Félix Batista (Santo Domingo, 1964) constituye una reunión de horror y evidencia. Sus textos arengan la discusión y dan sentido a ciertos debates actuales de la literatura latinoamericana. Quizá, uno de los más interesantes sea aquel que se da sobre la escisión poesía/poema y las múltiples ramificaciones que este engendra.
Tomemos como ejemplo el término casa. En el plano de expresión nominativa, el término casa debió renovar sus galpones semánticos mediante una violación. Para el neobarroco (poética cuyo auge se dio en los años ochenta y su éxtasis en la publicación de Medusario, libro compilado por Echavarren y Kozer ), la palabra casa no importaba tanto como el homicidio impune que sucedía en su interior. La observación permanecía maravillada en el flujo de posibilidades entre un acto y otro. Se excluyó a los nombres del relato a partir de la verbalización de los objetos. Un chico era la acción hipotética de su boca; un farol, la posibilidad de que su luz fuera iridiscente. El relato se descompuso en partículas discursivas, el yo se camuflaba de las temperaturas del entorno y era tan inubicable como omnipresente. El poeta era un cuerpo por el cual la avalancha encontraba su cauce, un sentido no destinado a la claridad sino al afán de aceleración.

Sin embargo la palabra casa volvió a los grandes relatos a partir de la obra de dos poetas contemporáneos: Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977) y Héctor Hernández Montecinos (Santiago de Chile, 1979). En ambos, la palabra casa fue el nombre de una región del ser, la expresión de un territorio mucho mas allá de las paredes y las ventanas. En Montecinos podemos encontrar una “pequeña casa que se llamaba noche”, donde los ojos se escinden del sujeto y observan la ternura y el desastre de una lluvia de meteoros en las manos de un muchacho. En Carrión la casa es el espacio donde funciona una fábrica de demonios, una preparación de máquina-dios para que su hijos cumplan con la desobediencia: “ahora mi casa es solamente un pardo sol cercenando las playas donde el tiempo se desploma Todos los sitios que recorrí se pudren tras las pestañas a flor de agua”.

La casa constituye un relato por el hecho de que vuelve a ser un lugar de escritura, el sujeto escribe desde un territorio que lo contiene y lo vuelve suyo. Es libre entonces de salir y observar los más crudos paisajes para los cuales su casa lo preparó. Vuelve a ver demonios, niñas poseídas, ángeles, entidades que habitan su propia habitación.
Contemporáneo a ellos también, León Félix Batista interviene esta escena utilizando el neobarroco como técnica de asociación que relata las propiedades de un objeto y su enigma. En su libro Prosa del que está en la esfera (Tse-Tse, 2006) la casa es “esa cosa que se llama casa” y también es “la casona del antiguo quebrantado fuera intacta, de barniz y con peñolerías, si no hubiera hundido ante el claror de un candelabro.”

León Inflamable

La poesía que se edita en Montevideo rara vez mira para afuera, y si lo hace, su ojo no apunta a las nuevas poéticas actuales. Inflamable, reciente edición de La propia cartonera (Montevideo), es para los lectores de poesía, una buena oportunidad de consumo. Inflamable es un bestiario alfabético. Los poemas parecen definiciones de un diccionario, están agrupados según su primer letra y persiguen, de la A a la Z, un orden léxico.

Los poemas no intentan aproximarse al concepto que les da cabida, sino que, el concepto es una inyección de significado para la posterior elaboración: “silla. (f., del lat . sella) Son técnicas inútiles: la mente es el enigma que va mezclando escenas. La silla giratoria vistiendo su vestido; a mano (y en vislumbre, preliminar un óleo) el tumulto de un delta, siguiendo un plano armónico, exudando. (…) El vuelvo de los polos, tan insignificantes cuando se fortalece con dobles nudos dobles. De nuevo habrá el emblema sucediéndolo desnudos, retrospectiva-mente y a partir de otros compuestos.”

El neobarroco es una herramienta utilizada para el agenciamiento de imágenes pero interrumpida antes que su marea espiral haga naufragar el texto. Es necesario entonces negar el conjunto texto como un nudo prosódico cerrado, aceptarlo como zona de transgénesis, de simbiosis. Escribir es, en palabras de L.F.B.: “un ánimo mestizo desarrollado como el asalto de la sinuosidad a la corrección (escudo del Poder), como agresividad de forma frente a los edificios del Control.”


Excritura

Reescribir un poema es un acto de interpretación y creación a partir de un material textual predado. Ya que, por medio de la literatura, el autor inexorablemente fagocita al escritor, el escritor, por medio de la reescritura, puede fagocitar y desfigurar al autor que el mismo creó. Esta técnica es utilizada en la poesía contemporánea como actividad simbiótica frente al pasado: reescribir un poema es digerirlo dos veces, es aprender su carne y devolver un nuevo enigma.
Frente al concepto de reescritura L.F.B. contrapone el de excritura. “Aun y publicado el texto puede sufrir metamorfosis, a través de un proceso que denomino de excritura. (…) Se trata de que el yo omnisciente permanezca solapado tras las letras y el caos, y su expresión extraiga su equilibro de entre la fealdad y la fórmula retórica. (… )”

Inflamable, es por tanto, una expresión de excritura, donde el yo de otros libros de León como “Oscuro Semejante” (1989), “Crónico” (2000) y “Mosaico Fluido” (Premio Nacional de Poesía Emilio Proud` Homme, 2006), aparecen hibridados a través de un yo con memoria que cambia de escenario pero recuerda su habitación natal.

La escritura es un agregado que desmantela la institución literaria. Podemos ver esto en los meta-diálogos que el yo sostiene con el sujeto que padece y goza: “Mudar de identidad: apremio de mis fuentes, que hincan un pasado perimido. Y el contacto es el enigma, pues consagra con borrascas el vacío a que es proclive para ser.”
La excritura y la reescritura establecen una relación directa entre escritores. Esta relación no es literaria sino pulsional. El excribiente coloca su cuerpo en el instante previo a la escritura del poema que reescribirá. Es por tanto una relación entre escritores donde el autor cultiva su perversión de voyeur. Se intuye una pulsión primaria y se juzga al texto como una de las expresiones de éste. El intertexto (que es la perversión del sistema para sí) está mucho después y es dominio de la literatura.

Manuel Barrios

Publicado originalmente en La Diaria (Montevideo)

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Poema de Mark Strand (traducido por Johnny Durán)




"Lo Terrible Ya Ha Pasado"


Los parientes se inclinan, clavando la mirada con expectación.
Se pasan la lengua para humedecerse los labios. Puedo sentirlos
incitándome a proseguir. Sostengo al niño en el aire.
Montones de botellas rotas destellan al sol.
Una pequeña banda toca marchas antiguas.
Mi madre marca el tiempo golpeando el suelo con el pie.
Mi padre besa a una mujer que continúa despidiéndose
de otra persona. Hay palmeras.
Las colinas están salpicadas de flamboyanes naranja
y altas nubes ondulantes se mueven detrás de ellos. "Adelante, Muchacho,"
escucho que alguien dice, "Adelante."
Me inquieta saber si lloverá.
El cielo se oscurece. Se oye el trueno.
"Rómpele las piernas," dice una de mis tías,
"Ahora bésalo." Hago lo que se me ordena.
Los árboles se inclinan en el desolado viento tropical.
El niño no gritó, pero recuerdo aquel suspiro
cuando introduje mi mano en pos de sus diminutos pulmones y los sacudí al aire libre para deleite de las moscas. Los parientes vitorearon.
Fue más o menos entonces cuando me rendí.
Ahora, cuando contesto el teléfono, sus labios
están en el auricular; cuando duermo, su pelo se acomoda
alrededor de una cara conocida en la almohada; dondequiera que busco
encuentro sus pies. Él es lo que queda de mi vida.

“The Dreadful Has Already Happened”


The relatives are leaning over, staring expectantly.
They moisten their lips with their tongues. I can feel
them urging me on. I hold the baby in the air.
Heaps of broken bottles glitter in the sun.
A small band is playing old fashioned marches.
My mother is keeping time by stamping her foot.
My father is kissing a woman who keeps waving
to somebody else. There are palm trees.
The hills are spotted with orange flamboyants and tall
billowy clouds move behind them. “Go on, Boy,”
I hear somebody say, “Go on.”
I keep wondering if it will rain.

The sky darkens. There is thunder.
“Break his legs,” says one of my aunts,
“Now give him a kiss.” I do what I’m told.
The trees bend in the bleak tropical wind.

The baby did not scream, but I remember that sigh
when I reached inside for his tiny lungs and shook them
out in the air for the flies. The relatives cheered.
It was about that time I gave up.
Now, when I answer the phone, his lips
are in the receiver; when I sleep, his hair is gathered
around a familiar face on the pillow; wherever I search
I find his feet. He is what is left of my life.

lunes, 27 de agosto de 2012

La noche en que conocí a Néstor Perlongher



No consigo recordar si fue en 1991 o en el mismo 1992, año de la muerte de Néstor Perlongher. Pero sí tengo muy viva la tarde noche (¿otoño, primavera?)de esa lectura en Casa de Italia, Nueva York. Néstor leía con mis ya para entonces viejos amigos José Kozer y Roberto Echavarren y con David Huerta, a quien conocí esa noche y con quien luego me he reencontrado, hasta ahora, en Medellín y en el propio DF, siempre afable y cariñoso conmigo.

Néstor, prodigioso lector de su poesía, endeble de físico y portentoso de voz, estaba ya muriendo, se le podía notar. Todo en él era debilidad: al andar, al tomar agua, al tocar el micrófono. Menos su voz: eso no: siempre envolvente, dura y dúctil a la vez...

Al final de la lectura Perlongher conversó amplia y afablemente conmigo, un joven poeta del trópico, de menos de 30 años, con sólo un libro publicado. Me dedicó esos "manteles brillosos" de su libro Hule, "en el vértigo de un encuentro". Y abajo me escribió su dirección, y me dijo: "no dejes de escribirme" (era la prehistoria del Internet). Entonces, me concentré días y días en redactar mi carta de admiración al gran poeta. Borraba, tachaba, reescribía, y, finalmente, cuando ya consideré tener una carta digna, a la altura de su obra, me decidí a enviársela a Sao Paulo... y entonces, me llega la noticia: Ha muerto el gran poeta argentino Néstor Perlongher.

Mi carta murió con él, pero no mi admiración.

Viva Néstor!

miércoles, 1 de agosto de 2012

PORTADAS DE ALGUNOS LIBROS


El oscuro semejante (Egro, Santo Domingo, 1989)

Negro Eterno (Acessit premio poesía Casa de Teatro, Santo Domingo, 1997)

Vicio (Acessit premio poesía Casa de Teatro, Santo Domingo, 1999)

Burdel Nirvana (Premio poesía Casa de Teatro, Santo Domingo, 2000)

Se borra si es leído, Poesía 1989-1999 (Consejo de Cultura, Santo Domingo, 2000)

Crónico (Tsé Tsé, Buenos Aires, 2000)

Prosa do que está na esfera (Olavobrás, Sao Paulo, 2003)

Prosa del que está en la esfera (Tsé Tsé, Buenos Aires, 2006)

Mosaico Fluido (premio de poesía Emilio PrudHomme, Santo Domingo, 2006)

Prosa del que está en la esfera (UASD, Santo Domingo, 2007)

Pseudolibro (Premio de poesía UCE, Santo Domingo, 2008)

Delirium semen (Aldus, México, 2010)

Catorce Torsos (Felicita Cartonera, Paraguay, 2011)

Caducidad (Amargord, Madrid, 2011)

Sin textos no hay paradiso (Gamar, Colombia, 2012)

lunes, 23 de julio de 2012

prólogo a "Sin textos no hay paradiso"


Crónico pseudoexcribiente:


Un demente mecanismo da volumen a este día, pero cómo echar a arder un etéreo León Félix Batista que en su tentaviva fugal se nos queda en la garganta. El pataleo se escucha a distancia al descender a la palabra viscosa, gloria de lo avernal, esplendor de lo oscuro; y con oceanidad dictaminante destaza, a golpe de cuchillo alcohólico, la historia oxidativa del agónico lar poetante. Así se deviene en excritor que se neoembarra de cuerpo anglófono desvestido, portal de una cadencia ludens sémica hacia el ideal ótrico, otreico. Así se consubstancia en su vacío dejado por su vacío extirpado. En la plástica po-ética de LFB podemos nobservar el calibre de un latido que valida el poema como ejemplo de cardiograma. A la naturaleza conclusiva, de terrorismo contra la “tumba de estructuras” (Jordi Llovet), añade un grado de resistencia evaluativa. El discurseante, el crítico, especializado o no, que se asoma a la bombética de LFB no agota, arañando sema a sema, la significación total de un monumento megalítico concebido “con determinación y sin cautelas”. Que la frugalidad no venga a la mesa de la burguesía, que es pecado no rabiar contra un universo tan vasto, contra una muerte tan cobarde que no pelea hueso a puño contra nosotros, y que sólo nos permite una chispa de vigilia a cambio de una eternidad de sueño. Que no se quede León ahí sentado en su mesa rumiando la cena opípara, que tome sus poemas y se los estruje en la cara a la luna, que de un pseudolibrazo apague todas las estrellas para que nos quedemos sin luz, ciegos navegando en el negro eterno: hace falta soltar toda la rabia, se hace urgente darle una patada por el trasero al universo y que la sienta el mendigo de la esquina: pongámonos un taparrabos y ametrallemos la maldita hipocresía que nos ha robado la esencia y nos ha dado la angustia. Hace once libros que León nos estimula, que nos contagia indignación contra toda ortodoxia canónica testamental reglamentaria, y en su proceso de crónica pseudoexcrita ha dado tanto como lo que ha quitado. Y como al escribir unas palabras en torno a la bombética leonesca éstas adquieren una obesidad absorbente, nos queda tinta tan solo para una definición de aquello contra lo que él excribe: componente de una suma de anquilosis.

Carlos Reyes
26-6-2011

SIN TEXTOS NO HAY PARADISO, Antología poética de León Félix Batista, Gamar Editores, Colombia, julio de 2012. Prólogo de Carlos Reyes, imagen de portada de Elvis Avilés.