lunes, 27 de agosto de 2012

La noche en que conocí a Néstor Perlongher



No consigo recordar si fue en 1991 o en el mismo 1992, año de la muerte de Néstor Perlongher. Pero sí tengo muy viva la tarde noche (¿otoño, primavera?)de esa lectura en Casa de Italia, Nueva York. Néstor leía con mis ya para entonces viejos amigos José Kozer y Roberto Echavarren y con David Huerta, a quien conocí esa noche y con quien luego me he reencontrado, hasta ahora, en Medellín y en el propio DF, siempre afable y cariñoso conmigo.

Néstor, prodigioso lector de su poesía, endeble de físico y portentoso de voz, estaba ya muriendo, se le podía notar. Todo en él era debilidad: al andar, al tomar agua, al tocar el micrófono. Menos su voz: eso no: siempre envolvente, dura y dúctil a la vez...

Al final de la lectura Perlongher conversó amplia y afablemente conmigo, un joven poeta del trópico, de menos de 30 años, con sólo un libro publicado. Me dedicó esos "manteles brillosos" de su libro Hule, "en el vértigo de un encuentro". Y abajo me escribió su dirección, y me dijo: "no dejes de escribirme" (era la prehistoria del Internet). Entonces, me concentré días y días en redactar mi carta de admiración al gran poeta. Borraba, tachaba, reescribía, y, finalmente, cuando ya consideré tener una carta digna, a la altura de su obra, me decidí a enviársela a Sao Paulo... y entonces, me llega la noticia: Ha muerto el gran poeta argentino Néstor Perlongher.

Mi carta murió con él, pero no mi admiración.

Viva Néstor!

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