viernes, 17 de diciembre de 2010

A margen desbordado



León Félix Batista: A margen desbordado

Benito del Pliego


Quien esté familiarizado con el término neobarroco/neobarroso que Medusario, la muestra poética de Echavarren, Kozer y Sefamí, puso en circulación en 1996, podrá sentir la tentación de interpretar la escritura de León Félix Batista desde este ángulo. El propio autor es consciente del diálogo de su escritura con la de ciertas poéticas generalmente —quizás demasiado generalmente— asociadas con esos conceptos. No solo aparece en su poesía una profunda impronta lezamiana (que era la divinidad que presidía el pórtico de aquella antología), también existe una relación fecunda (personal y/o literaria) con algunos de los que aparecían allí reunidos: el propio José Kozer, Haroldo de Campos, Eduardo Espina o Reynaldo Jiménez. Además algunos de los elementos clave que sirvieron a los responsables de la antología para comprender las prácticas de los allí incluidos aparecen también en las reflexiones con las que Batista orienta a sus lectores en entrevistas y poéticas.

El problema es que abordar la poesía de León Félix Batista desde esta perspectiva desviaría nuestra atención respecto a la que podría ser una de sus características fundamentales: su capacidad de desborde —capacidad que afecta también a la limitación terminológica que este término impone. Cuando se dice capacidad de desborde (pensando en el “Nosotros, a margen desbordado” con el que Milán incita a nuestros coetáneos en su reciente Ensayo sobre poesía) se quiere aludir a la habilidad que tiene para albergar lo uno y su contrario, así como de hacer del poema un ejercicio de —digamos— hibridación hologramática. Su poesía permite que el lector, dependiendo de la posición que adopte, componga todo tipo de figuras con los argumentos que se amalgaman en cada uno de sus textos. Batista potencia de un modo sorprendente la diferencia (derridiana) para que el lenguaje no cese de generar sentidos de los que el lector es un agente fundamental, nunca un mero receptor. Estoy seguro de que quienes hayan leído su Vicio/Crónico habrán sentido en carne propia lo que trato de decir; aunque en realidad este es un rasgo que no deja de aparecer en toda su escritura. Este logro no es pequeño, especialmente si tenemos en cuenta que la incitación a percibir la movilidad de lo inteligible (de lo escrito) contiene un potencial político extraordinario: frente a la versión unánime del lenguaje mediático y del poder globalizador, esta poética es espejo lingüístico de nuestro vértigo cotidiano.

Tal vez este sea el estrago del que habla el poema que se reproduce a continuación. El texto zigzaguea con prosodia resonante entre aliteraciones y paranomasias, traza un “trayecto relleno de episodios” donde cada acontecimiento “entra y sale —redimido— de las sombras”. Va del deseo a lo que, de no poseer esta carnalidad lingüística, podríamos llamar meditaciones; del lenguaje al metalenguaje, de la figura a su disolución “a través de sucesivas raeduras”... Pero no hay que quitar al lector exigente (el lector de poesía) el placer de leer su propio poema. Bastará con una última advertencia que insiste en la capacidad de hibridación y holografía. Este estrago no solo contiene el significado que nuestro diccionario castellano le adjudica (“daño, destrucción”); no solo está conectado con el “viciar y corromper” que define al verbo estragar. También admite lecturas contaminadas por el inglés (lengua que envolvió a su autor durante casi veinte años en Nueva York): straggle, tan próximo fonéticamente a la palabra del español, tiene como verbo la primera acepción de “desviarse del camino o curso directo”. En el título mismo va, por tanto, inserto el desborde. Quizás no hay ruta marcada y este estrago escrito sea una invitación para avanzar a tientas, reconociendo las texturas porosas del lenguaje, a fin de componer la multiplicidad de sentidos a los que el poema invita.

Benito del Pliego nació en Madrid, 1970, y reside desde 1997 en Estados Unidos, donde es profesor de la Appalachian State University. Fisiones, su primer libro de poesía, se publicó en Madrid en 1997 dentro del proyecto Delta Nueve, del que formaron parte Andrés Fisher, Pedro Núñez y Rodolfo Franco. Alcance de la mano, apareció un año después en Nueva Orleáns en edición de treinta ejemplares diseñados, encuadernados e ilustrados por el autor. Índice, recibió el Premio Internacional de Poesía “Gabriel Celaya” y fue publicado en Valencia por la editorial Germanía el año 2005. En junio del 2001 se presentó en el High Museum of Art de la ciudad de Atlanta, un poema sinfónico compuesto por Gustavo David Pineda en base a los poemas del libro. En el 2003 obtuvo el Premio de Poesía Experimental Ciudad de Badajoz por el poema-objeto “Tradición literaria”. Una breve muestra de esta vertiente de su poesía se puede ver en Todos o casi todos. Antología de poesía visual, experimental y mail-art en España (Palencia, 2004). Su poesía también ha sido incluida en la antología La voz y la palabra (Madrid, 2000). Su más reciente libro es Merma (ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2009).


En RevistAtlántica 34, octubre 2010, Cádiz, España

martes, 7 de diciembre de 2010

García Vega sobre Burdel Nirvana


Burdel Nirvana
LORENZO GARCIA VEGA
Especial/El Nuevo Herald
Mayo 19, 2002 - Página: 4E Sección: Galería


Quisiera que el lector se acercara a Burdel Nirvana, el libro de León Félix Batista. ¿León Félix Batista? Nació en 1964, allá donde el diablo vanguardista dio las tres voces, o sea allá –Santo Domingo– donde hubo un movimiento postumista Inter-Planetario (1922) que tuvo como Sumo Pontífice, a quien vio al aire “parado como una inexpresiva mirada”, o sea a Domingo Moreno Jimenes, así como también donde un tremendo Franklin Mieses Burgos supo meter en la piña a los teólogos cuando dijo que “Saber es el pensar de un Dios desmemoriado que tiene que inventarse continuamente el mundo”.
Y, ¿cuál es la obra del León? Pues bien, Batista tiene los siguientes libros: El oscuro semejante (Santo Domingo, Foro, 1986), Tour por todo (Barcelona), Las Hojas del Diluvio, 1995), Negro eterno (Santo Domingo, Casa de Teatro, 1997), Vicio (Casa de Teatro, 1999), Crónico –segunda edición de Vicio– (Buenos Aires, Tsé-Tsé, 2000), Burdel Nirvana –anteriormente titulado Torsos tórridos– (Premio Casa de Teatro, 2001). Una obra, pues, bien plantada, con “una poética –tal como ha sabido señalarle en una buena entrevista, el poeta y crítico dominicano Néstor E. Rodríguez– de carácter “entrópico rizomático”.
Es que hace un buen rato que ando, con Batista, en una labor onírica afín. ¿Una labor afín? Sí, puede tratarse, entre otras cosas, de un sueño donde aparece un quirófano. Un sueño, con quirófano, donde se trataría de cómo operar a los monstruos (ejemplifico esto que he comenzado a decir: León Félix, nada menos que hilvanando un maniquí, nos ha dicho: “Qué siega minuciosa entre charcos en reposo, estrías de moluscos, terrenos bajo un manto. Tú excavas, raspas, roes, el tapete minucioso y supliciado de la carne. Él te victimará, drenará y hará declive”).
Pero ¿se quiere, aparentemente, algo más inmerso en una, ya, venerable tradición del viejo siglo XX, que esto de un quirófano con operación de monstruos? Pues ¿no son los quirófanos, y los quirófanos donde se operan monstruos, piezas de ese viejo museo surrealista donde se encuentra venerable y respetada mesa de operaciones –con paraguas y máquina de coser– lautreamoniana; o prolijos discursos, sadeanos, con metafóricas guillotinas dispuestas para decapitar sabrosas imágenes; o, plataformas de la tortura, como las presentadas por Raymond Roussel en sus Impresiones de Africa; o las tremendas, inolvidables, torturadas muñecas de Hans Bellmer; o...? Pero ¿para qué seguir citando?: esto sería el cuento enumerativo de nunca acabar.
Sería el cuento de nunca acabar pero..., no sería, ese cuento (y, aunque todos le somos deudores), el mismo que he empezado a decir, y donde se encuentra mi afinidad con el poeta dominicano León Félix Batista.
Pues conviene decirlo desde ya: este León Félix dominicano y... ¿sádico de la lengua?, que ahora se nos presenta con un discurso titulado Burdel Nirvana, no es, de ninguna manera, un poeta de museo surrealista, ni padece, por tanto, de ningún anacronismo. Al contrario, el León Félix que aquí presentamos, ubicado dentro de una, espléndida, corriente de poetas dominicanos (poetas, algunos de los cuales llegaron a aparecer en una de nuestras mejores revistas hispanoamericanas: como aquella revista De azur, publicada en Nueva York, y dirigida por el dominicano Leandro Morales, y de cuyo Consejo de Colaboración –en el cual, entre otros, se encontraban los cubanos Octavio Armand y José Kozer, así como la argentina Mercedes Roffé– siempre me sentiré orgulloso de haber pertenecido), bien puede, en vez de ser implacablemente catalogado –tal como cierta crítica lo ha hecho– dentro de la linda corriente neobarroca, ser visto, más bien, como quien se debate por entre las, actualmente vigentes, ventoleras posmodernistas.
Ventoleras posmodernistas acabo de decir, y como labor quirúrgica con los monstruos, empecé diciendo. Pero, ¿cómo es esta cirugía? Bueno, por supuesto, no se trata de nada que pudiera relacionarse con el doctor Frankenstein, sino que más bien pudiera decirse que se trata de una labor quirúrgica con las tripas del lenguaje (una labor donde León Félix, entre otras cosas, nos va confesando esa lucha que consiste en meterse, con escalpelo, por dentro del revolico del lenguaje: Escucho bocanadas, misivas de Albanyá; materia prima enfermiza y en código aberrante. Repaso cada sílaba, regreso de leer, y así padezco el golpe que me decapitara). Pero ¿estoy hablando en serio?, ¿cuando estoy hablando de una labor con las tripas del lenguaje no es que estoy agarrándome a una metáfora? No, no es metáfora. Siempre he sentido a León Félix como quien, con batilongo blanco, le puede meter mano, como Hans Bellmer lo hacía con las muñecas, a las palabras convertidas en material de descuartizamiento.
Pero, ¿cómo podrá ser visto, por León Félix Batista, todo esto que estoy diciendo? Bien, como soy un adicto a los email, aproveché la ocasión de este artículo para hacerle unas preguntas aclaratorias a este poeta dominicano que hace cosas tan bonitas como partir de un corsé del burdel nirvana para hacer un mandala, o hasta para acercarse a Wittgenstein, y he aquí el minidiálogo que pudimos establecer:

León Félix, si es que puedes ser un cirujano, entonces, sin duda, también podrás acercarte al concretismo, ya que este movimiento siempre tiene que andar cercano a un descuartizamiento. ¿Qué puedes pensar de esto?

La poética del concretismo me fascina. Me siento cercano a eso. Incluso, el hecho de trabajar profundamente en el fondo y mantener la forma inalterable, en bloque, es con la idea de la impresión visual, recta, del hecho poético.

Bien, muy bien, veo que siempre me puedo sentir afín contigo. Así que, entonces, ¿siempre andarás tratando de pisarle los talones a esa Ouroboros querida, a esa serpiente linda?

Creo que sí me muerdo la cola literaria. Regreso a los mismos temas una y otra vez, insatisfecho con su agotamiento.

Y una última pregunta. Poeta, ¿qué piensas de la traducción?

La traducción es muy importante para mí. Tanto, que la creo también creación. La ejercito como un acto creativo para inventarme que creo sin cesar. Trasladar una imagen de un idioma a otro es hacer una imagen nueva. Además, los poetas que he traducido me han marcado en cierto modo: Eshleman, Antin, Richard Kenney, Ashbery…

(foto: Alonso Mejía, Queens, New York, 1998)

sábado, 13 de noviembre de 2010

LECHE FLAQUITA BRUTAL


Presentación de Delirium semen (Ciudad de México: Aldus, 2010) de León Félix Batista

Por Héctor Hernández Montecinos

Las colecciones sólo por ser colecciones, de lo que sean, tienen algo de mapa, de cartografía, una fuerza incompleta de movimiento que se detiene en la materialidad de esa compilación, totalitaria en potencia y colectiva como unidad. Recopilaciones de objetos, de palabras, de hechos, de imágenes se superponen como fotogramas de lo que podemos asociar como contemporáneo, entendiendo esto como la sensación de lo actual que quizá pase por ese conjunto de colecciones de las cuales somos parte o no. Digo esto pensando en lo coetáneo que pueden ser por ejemplo Borges y Perec, como acumuladores de materias literarias bajo el telescopio y el microscopio respectivamente de la ficción.

Hay allí un anhelo, un sueño, una idea vana de abarcar una parcela de mundo, una zona autónoma que no escape de la palabra, de la mano que reúne y nomina. Así el libro es una colección de espectros, de monstruos, de injertos, de abortos, de cadáveres, es decir, de lenguaje, atrapado en la tumba blanca que es la página y el desierto seco que es el papel. Más allá de las textualidades, cada libro es una reunión de acontecimientos, y cada acontecimiento a su vez de otros acontecimientos, y así fractalmente hasta llegar al grado cero que no es más que el antecedente del 1, es decir de la totalidad al vacío y del vacío a la totalidad.

Delirium semen del poeta dominicano León Félix Batista es un almanaque de conceptos, de entradas etimológicas pero no de definiciones. Nada es nombrable en el área del deseo, sólo sinestesia, imagen, blanco chorreo semántico que fluye entre las palabras. El orden alfabético es un mero recuerdo de la posición de la boca al pronunciar, al saborear el aire, tantear las esporas que flotan en otro ciclo de reproducción que anula los cuerpos como soportes, los fluidos como una babel genética. El afán enciclopedista es invertido por una fábula que se va contando bajo la casilla aparente de una explicación, una suerte de novela secreta que se cuela entre las enormes mayúsculas del alfabeto y las entradas en negrita que componen esta familia edípica y cachonda.

En el erotismo cada palabra es un hecho, un acto, un gesto, una mirada que huye o va hacia el deseo. Es pura intermitencia, es un ir y devenir. No permite que algo sea nombrado, que no cobre existencia, pues la atracción gravitacional que hay entre el cuerpo y la palabra es la del placer, placer del texto, textualidad del placer, orgía entre escritor y lector, voyerismo en papel. Es decir, que en el gran desenfreno que se produce entre la mano y la página, entre los dedos y el teclado, no existe otra posibilidad que el deseo y la repulsión de ese deseo, que es una forma más profunda y por qué no decir, más neurótica de desear, como se puede ver en las transversales de los textos de Delirium semen, que no preguntan por un porqué, sino siempre están siendo y acabando.

Cuando todo el terminolecto sobre los devenires del deseo parecía ya arrinconado desde las frías academias emparentándolo con el amor, la philia, el ágape, el eros, la transferencia, es que nuevas formas de inscribir lo erótico se han abierto paso en la poesía latinoamericana actual, por ejemplo como el caso de la exuberancia de Marosa di Giorgio, o el labial de Perlongher. En estas obras, como en la de León Félix Batista, textura de la escritura es correspondiente a la sexura de esa operación, a modo de un juego perverso de las manos, la mirada y la lengua. Esto es, que si el discurso amoroso había sido fragmentado por Barthes, genealogizado por Kristeva o vacíado por Derrida, desde la poesía aparece este gesto especular y paródico de montaje, más bien un guiño iluminista e iluminador al coquetear, al desearse en el campo semántico, seméntico, del deseo, el delirio y la luz.

Como en el poema “XXX” donde se señala: “Esto es algo diferente: la disolución de lo físico”, ciertamente Delirium semen suspende al cuerpo, al yo de ese cuerpo y lo ficcionaliza como una zona erógena de la lengua, lo observa como una película XXX, pero viendo allí una triple incógnita, pues no sabemos a ciencia cierta si es un “vocabulario erótico” como dice el subtítulo del libro, una novelita pulsionalmente barroca o un conjunto de poemas escondidos dentro de una colección de títulos que hacen referencia al deseo y sus propias fracturas.

Sea como sea, Delirium semen de León Félix Batista es uno de los importantes libros que nos llegan desde República Dominicana, que cruzan nuestros propios charcos y pantanos del mundo editorial y aparecen con una frescura y brío que no sólo amplía lo que entendemos por poesía latinoamericana, sino que esas ínsulas ya no nos son tan extrañas ni lejanas, sino ciertamente un espejo donde poder tensionar nuestras propias genealogías y representaciones tanto como sujetos, como autores o como textualidades de ese alguien que nos escribe desde alguna parte del universo después del delirium tremens que significó el bingbang, la explosión de la luz y su desciframiento genético en el semen que es la Vía Láctea de esta misma noche. Salgamos a verla. Salgamos ya a la noche.

Ciudad de México, 24 de septiembre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Delirium semen, por Andreu Navarra


El lector abre este volumen lujosamente editado por la editorial mejicana Aldus y se da cuenta de que transita por un poemario relevante, uno de aquellos libros que, en lugar de arrojar un desdichado conjunto de composiciones más sobre el orbe, consolidan la carrera de un escritor gracias al concepto general o diseño que vertebran la obra, la escultura y la arquitectura que subyacen bajo el discurso. En este caso, el hallazgo de haber construido un diccionario sexual radicalmente subjetivo es evidente.

Ya se ha escrito sobre Delirium Semen. El original prólogo de Hernán Bravo Varela y, sobre todo, la reseña de Adolfo Castañón publicada en el periódico mexicano Milenio, nos permiten colocar la poesía de León Félix Batista bajo la égida de dos conceptos clave: Vanguardia y Lezama Lima. La apreciación es correcta. Abundan en la poesía de Batista los símbolos que son personajes habituales en la imaginería de Lezama: el caracol y su hermano el molusco, la sedimentación, el cosmos humidificado, las materias licuantes… Esa tremenda dificultad a la hora de orientarse según los esquemas cognitivos convencionales. Y es verdad que únicamente un espíritu típicamente vanguardista podría trazar la siguiente construcción: “Tenebrosidad en llamas subyugándome ambas sienes: los tubérculos dan pubis por una curva eléctrica”.

Ahora bien, no creo que deba exagerarse la deuda del autor respecto a las formas poéticas de los años veinte y treinta del siglo pasado. Para Batista resulta evidente que los lenguajes tradicionales deben quedar fuera de un texto literario. Sin embargo, ¿hasta qué punto no son ya los ismos ejemplos de lenguaje solidificado y fatalmente tradicional? Según sus comentaristas, Delirium Semen es una feliz restauración del modo creativo de vanguardia. Yo no creo que al autor le haya interesado más reivindicar una estética que, más bien, adaptarla como herramienta adscrita al ADN del escritor actual a un idiolecto personal que es lo que más destacaría de Delirium Semen.

¿Cómo resuelven el dilema de la Vanguardia imposible los poetas caribeños?

Leyendo a Batista han acudido a mi mente las obras de dos poetas jóvenes de la isla de al lado, Puerto Rico, ambos pertenecientes al grupo de El Sótano. Se trata de Federico Irizarry Natal y Juanmanuel González Ríos. El primero publicó en el año 2006un poemario titulado Kitsch donde las composiciones habían sido dispuestas en orden alfabético, confeccionando una especie de manual postmoderno. En la J, por ejemplo, encontramos el poema Jeans: “Juventud divino trasero”, leemos allí. En la T de Batista también encontramos un canto a los pantalones tejanos, verdaderos ocultadores/reveladores de las nalgas que son un fin en sí mismo. El trasero como ser de Heidegger en que converge, debe subsistir toda la atención del filósofo o pensante.

Por lo tanto, alguien ya se había dado cuenta de que sometiendo a una disciplina (el formato de una entrada) el lenguaje desbocado, se inauguraban ámbitos nuevos y necesarios. Los hallazgos del libro de Batista provienen precisamente de estrechar y no de ampliar el campo de recepción del objetivo de la cámara. El resultado no debe entenderse como una descripción fascinada y extensiva del mundo, a modo de redescubrimiento, como es cada texto de Lezama, sino ese mismo procedimiento derramado únicamente sobre las realidades que excitan el deseo del autor implícito. Hablar sólo del sexo y no del universo. Otras obras del autor se han preguntado por la morfología de un cosmos gelatinoso. En este sentido, la obra de Batista revisita a Lezama pero se lanza por caminos menos extensivos. Su agricultura busca aquí manejar arados menos profundos. Se trata de un adelgazamiento o disección conceptual que nos traslada a una poesía de elementos más sencillos, descompuestos y clasificados. Unir la exactitud con el delirio parece haber sido el feliz camino escogido por el poeta.

En el caso de Juanmanuel González, a quien pertenecen estos versos: “ella se recoge el pelo / mientras el arroz se cuece / sobre la estufa playskool” (XX poemas para ser leídos en el tren urbano, Sótano Editores, 2009) encontramos una reivindicación de la sexualidad normal o perversa, según miremos, sin ningún tipo de tapujo. He aquí otra de las características más definidoras de la poesía de Batista: la ausencia total y programática de interferencias éticas o moralistas al uso, unida a la defensa de un cultivo instintivo e infantil de la pulsión sexual. Nadie tiene derecho a coartar la fantasía erótica que electriza la vida y el texto, saltando por encima de limitaciones y autocensuras, tabúes y fronteras, sin que importe el presunto buen gusto director de las obras literarias. Unas braguitas, unos sostenes, una zurra, son realidades cotidianas dignificadas por el canto, no por humildes menos justificables, por el hecho de haber sido capaces de generar deseo, sin pararnos a determinar la naturaleza o la trascendencia de éste.

Nuestra siguiente pregunta puerto debería ser, pues, la siguiente: ¿Es Batista un poeta esencialmente sexual? Si uno transita por sus libros anteriores, uno pronto se da cuenta de que el sexo es un hecho esencial y habitual en la poesía del autor. En el libro Mosaico fluido (2005) nos topamos con excelentes poemitas como el que empieza “deseos densos / primarios / del enigma” o “vocábulo venéreo /contra el acantilado”. En Pseudolibro (2006), especie de canto teogónico invertido o blasfemo, el sexo aparece como un elemento imprescindible en las licuaciones que otorgan origen y destrucción al universo circundante.

Pero es en Delirium Semen donde el sexo aparece ya como un tema total único, lleno de tótemes vivificadores, a través de los cuales puede y debe exhibirse libremente el espectador que escribe poesía.

Periódico de Poesía, UNAM, México

http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=1514&Itemid=1

viernes, 13 de agosto de 2010

DELIRIUM SEMENTAL


Por Carlos Reyes

En República Dominicana, León Félix Batista (Santo Domingo, 1964) representa la aristocracia ultravanguardista del verso. Su poesía lleva la tensión de la imagen al límite de lo definitivo. Delirium Semen es su más reciente obra poética, un corpus en el que la palabra, de resonancias eróticas, es motivo de "definición"-creación.

Es un libro que conecta, genéticamente, con gran parte de su producción anterior como Prosa del que está en la esfera o Pseudolibro, pero diferenciándose en lo formal. Aquí cada palabra convoca el sentido mayor de su negación en una afirmación de rebeldía ante la estrechez de la monosemia. La palabra expande su savia y la convierte en poesía.

Aunque el texto tiene una base erotómana no es difícil encontrar en él reflexiones del autor que se filtran por los intersticios de esa selva espesa que es Delirium Semen. Reflexiones de distinto jaez que no comparten específicamente los requerimientos de la carne. Se puede extraer así la advertencia mística: "Descartarás el barro, porque se precipita buscando inconsistencia, por ser principio activo, materia del demiurgo. Apuesta, pues, a piedra: primigenia en su estructura, sin fase divisible, para exponerla a arena." (Doloroso, pág. 41); o la sabiduría milenaria de base filosofante: "Mi anhelo es propiciar un zumbido y tolerarlo, una historia y escribir, la sustancia y ser vacío." (Dormida, pág. 44). Junto a estas ideas León Félix nos hace partícipe de otras propias de su labor, y por eso entiende que "armar la impermanencia no es doctrina" (Grupo, pág. 62), con versos que "aquí son consignados para inmortalidad" (Húmedo, pág. 65), creando indefectiblemente el emblema de un arte poética. Significado y significante tienen en este territorio una esencia antitética: el término conocido, la "definición" inaudita; y la connotación del verso que engloba en su naturaleza plurívoca la constancia paradojal: "Episodios del ayer, pero que insisten, porque su sino es eso: impermanencia" (Retro, pág. 111).

León Félix Batista conquista con Delirium Semen un nuevo ámbito del neobarroquismo, con una otredad no travestida aunque sí desvestida, un espacio para la palabra tensa en el arco presta a dar en el negro de la memoria y el asombro. El placer de su prosa poética se congestiona en la vista perdida de un mar de sombras: y así llegamos a la luz: por la senda de la oscuridad.

No busquéis en su poesía la ruta del lirismo o la rugosa agonía del estertor de una guerra, allí solo es posible el aliento infinitesimal de la imaginación expansiva, el reflejo de un espejo bicóncavo o la fuerza misma de una emoción automática. Es la acrobacia de un espíritu delirante que a través de su semilla prorroga la impermanencia de lo eterno.

Delirium Semen, una obra que revela la buena salud de la nueva poesía dominicana.

Delirium Semen (Vocabulario erótico). León Félix Batista. Editorial Aldus, México, 2010. Portada: Acorporal meditando todo al mismo tiempo, de Erich Lassmann Klee. Prólogo de Hernán Bravo Varela, 141 páginas.

martes, 15 de junio de 2010

Adolfo Castañón sobre Delirium Semen


Delirium semen, vocabulario erótico,
Aldus, México, 2010, 141 pp.

Conocí a León Félix Batista en la Noviyork o Nueva York a principios de los años 90, metrópoli donde él ha vivido al menos tantos años como una mayoría de edad —18. Fue gracias al poeta, maestro del monacato lírico José Kozer, quien no sé si fue su preceptor en Queens College pero sí en todo caso en el espacio de las imantaciones leídas y escritas. Por aquella época que ahora evoco como a una estación a la que llegan los trenes de esa época, las pasadas y las porvenir, José Kozer Katz, el jardinero de aquellas terrazas del verso y la prosa, preparaba en conjura con Jacobo Sefamí, hebreo-mexicano y de Roberto Echavarren, insomne juglar rioplatense, una lección antológica, una analecta decisiva firmada, fraguada y cocinada por aquel tricéfalo de una sola sombra. La criatura o esperpento palabral sería una antología de la poesía neo-barroca o neo barrosa de la letra hispanoamericana, no exenta desde luego de intenciones exclusivas y excluyentes que instauraban por sí mismas un radio o constelación de genealogías presentes, pretéritas y porvenir. En aquellas páginas del Medusario se iba trazando uno como árbol genealógico o si se quiere un rizoma multipolar que abría con el mascarón de proa llamado José Lezama Lima y continuaba con las figuras de otras cariátides verbales como las de Severo Sarduy hasta alcanzar a los poetas rioplatenses Héctor Viel Temperley, Néstor Perlongher, a los mexicanos Coral Bracho y David Huerta e incluyendo desde luego a los mencionados Echavarren y Kozer.
Era aquel Medusario un conjunto abiertamente cortante y se presentaba como una suerte de antología-manifiesto inclinada a acentuar ciertas posiciones, a recalcar líneas de fuga lírica y formas de poetizar cuyo común denominador era un horizonte de ruptura y erosión de engarces consabidos, sobados vínculos y ataduras naturalizadas por la familiaridad que asocian en el idioma común y corriente, en la lengua servil y ancilar de todos los días sonido y sentido, forma y significado, asunto y técnica. Dicho con otra llaneza: aquel avatar de las Flores de varia poesía del siglo XVII actualizado a fines del siglo XX postulaba la idea de una poesía neo-barroca o neo-barrosa y con él una forma de enunciación y versificación, de prosodia y sintaxis como emancipada de anécdotas y tramas fáciles, ávida de desprenderse del realismo bobo y de la comodina convivencia de lo que podría llamarse naturalismo literario o realismo poético.
Ese libro-muestrario —como un catálogo de nuevos colores posibles— me parece ser un síntoma que aparece en el mundo de la poesía hispanoamericana en un horizonte paralelo, si no es que en el mismo, que el audaz pero bien peinado proyecto literario de este León Félix Batista que ya cuenta numerosos libros, ediciones, inclusiones en antologías, amén y a más de traducciones y versiones a los idiomas de Wallace Stevens, Eugenio Montale, Gunnar Ekeloff y Paul Celan, lenguas a las que su obra ha sido parcialmente traducida.
El libro que hoy nos saluda trae en su singular armadura o arquitectura un conjunto de alrededor de 125 textos —de una extensión estándar medio a un folio, que están repartidos alfabéticamente de la letra A a la Z— incluida la Ñ pero excluidas la CH —de chingar— y la doble LL de lluvia —como la lluvia de oro— en voces que se presentan como parodias o simulaciones de un diccionario de la lengua en que están imantadas estas viñetas o estampas, regidas o imantadas por la obsesión del erotismo en la lengua, del sexo en el verbo, de la carne en la palabra, variaciones o irradiaciones del logos espartilos que los Padres de la Iglesia o del Desierto identificaban con el VIENTO PARACLETO o PARACLITO y el Espíritu Santo.
Vienen estas 141 páginas bellamente impresas en tipos perpetua de 12 en 15. El lector, sin embargo, ha de ser cauteloso, pues si el libro tiene forma de diccionario no es obra de referencia en el sentido técnico y ancilar ni se presenta como un léxico o una enciclopedia de técnicas tántricas, lúbricas o programadas lujurias. Delirium semen es ante todo una construcción etérea y lúdica, transparente y juguetona o si se quiere, un juguete verbal o hasta una caja de golosinas mentales, como parece apuntar Hernán Bravo Varela en su saludo liminar. También se puede visitar como un parque temático o prácticamente como un parque de diversiones neuronales cuya materia y sustancia es el lenguaje y, atrás, o en su entrelínea —o en su entrepierna— o nada más en su entre, está el recorrido sensitivo y sensual de la conciencia, la baraja asociativa del delirio que se da cuenta a sí mismo de sus ataduras, de sus ligas y lealtades.
En él, entre seminal y juiciosamente delirante, aflora como reflejo y salpicadura la comedia de la conciencia que se auto fecunda en el momento —y entiéndase momento en el sentido científico y físico— en que la lengua consciente e inconsciente se va midiendo y restando, equiparando y contrastando con los oficios jaspeados y ejercicios tornasolados del cuerpo como arcadia y utopía inalcanzable, del cuerpo deseado y proyectado en la superficie deseante de la prosa —estrofa.
Visto con una mirada hemeralope en el libro no hay en apariencia fábula, sino una suerte de cartografía sensual y sensitiva, mapas de la experiencia íntima y del experimento secreto; se reúnen una serie de apuntes escritos al borde de la experiencia o del experimento en la inteligencia de que el investigador y lo investigado, el pescador y la pesca, la presa y el cazador oculto son uno y el mismo. De ahí que haya una cierta pendiente, un plano oblicuo que auspicia la aparición de la primera persona, de la materia autobiográfica y de la sustancia confesional y aun confidencial. —No tengo otro designio que este dogma irracional, devenir de mi memoria—. Metamorfosis de la memoria, podría funcionar como un sinónimo para titular este compendio del desarreglo metódico —delirio juicioso— de los espejismos de un cuerpo que aspira a estar presente en el momento mismo en que es muerto y despojado por su implícita y portátil otredad. Choque o fricción de constelaciones conocidas y de ignorados firmamentos, el libro de este León que podría llamarse Fénix para evocar las cenizas resurrectas por el delirio espiritual de este cuerpo ignorante de sus órganos. Los poemas son aquí como semillas fecundantes que estallan en el espacio del lenguaje.
Y pasan abrazándose bajo los arcos del entre-nos, es decir, entre el poeta y su poema, el leyente y lo leído, las sombras sorpresivamente enamoradas de Venus y de Cadmo —santo fundador del alfabeto—, de Onán y de Anubis. Es ciertamente un libro que recuerda ciertas tradiciones de la alquimia medieval, y podría también denominarse “Breve Tratado de las Moradas Filologales” pero curiosa o sintomáticamente las voces sol y luna no encabezan ningún apartado, aunque los sagaces editores de Aldus al imponerle una elegante portada negra supieron ser obedientes al influjo opaco de Astarté: Delirium semen: opus nigrum.
Así, la red tendida por esta serie de jardines bonsai verbales, —cuya lectura, cuya contemplación, allana una suerte de serenidad que sólo puede llamarse estética— remite también en la periferia asociativa a algunas obras que ayudan —me ayudan a mí, lector— a apresar mejor estos estuches o cajas negras como dice en su prólogo Bravo Varela, o cajuelas de sastre —como yo prefiero decir— el diccionario de lo obsceno de Camilo José Cela, el diccionario de lo que en francés se llama lengua verde que cifran el idioma de la germanía medieval practicada por François Villon y estudiada por Marcel Schwob, el libro erudito y caótico de Alfonso Sastre Lumpen Marginación (1980) jerga y jerigonza y este estallido poético y volcánico que es el gran poema vanguardista en prosa surrealista y dadaísta La pequeña sinfonía del Nuevo Mundo del guatemalteco-mexicano Luis Cardoza y Aragón que abre, como recordará el lector, su envolvente poema con una declinación exhaustiva y una conjugación en cascada de las voces delirio y delirar.
Delirium es un yacimiento enunciado la mayoría de las veces en presente de indicativo y en primera y en tercera persona del singular. Su forma de enunciación oscila entre la bitácora personalísima y la ficha experimental del científico que va apuntando en su paleta la evolución o el movimiento de las especies observadas. Esta forma de enunciación expresa la unidad de estilo y aliento del poemario y es ciertamente reveladora de la intención unánime que templa y tensa esta suma de poemas que se presenta y es un todo indisoluble, es decir como obra: opus nigrum.
Algo hay de adánico en este impulso y voluntad de nombrar, de nombre Félix o Fénix que lleva al autor a ser digno de una de las posibles etimologías de su apellido Batista —Bautista— y, en la pendiente hermenéutica, a descifrar el significado del poema por el nombre del hombre-autor, o sea del animal llamado León, que es una fiera elegante y fecunda, un jefe de manada carnicera y depredadora que simboliza en la iconografía cristiana el poder terrenal y en la emblemática medieval el poder de transformación y movimiento del Amor-León-Sol que en apariencia inmóvil, para citar a Dante, mueve, como el amor, “el sol y otras estrellas”. Sol y amor son los dioses escondidos y ausentes, tácitos, que gobiernan este poemario indomable y admirable escrito como para saludar la noche nueva que se levanta luego del largo ocaso de las vanguardias.

(en la foto León Félix Batista, Fernanda Sordo y Adolfo Castañón, Santo Domingo, 2 de mayo de 2010)

martes, 20 de abril de 2010

Un nuevo libro


Nació la nueva criatura, Delirium semen (Aldus, México, 2010). Portada: Acorporal meditando todo al mismo tiempo, de Erich Lassmann Klee. Prólogo de Hernán Bravo Varela. Lo pondremos a circular el 2 de mayo a las 4PM en el pabellón de México de la XIII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2010, con presentación de Adolfo Castañón.

lunes, 22 de febrero de 2010

Cuerpo plural: Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea


Cuerpo plural
Antología de la poesía
hispanoamericana contemporánea
Pretextos, Valencia, España
Edición a cargo de: GUSTAVO GUERRERO
640 páginas y un dvd con lecturas poéticas.
PVP: 24,04 EUROS

AUTORES INCLUIDOS:
TEDI LÓPEZ MILLS
(México, 1959)
JOAQUÍN MORALES
(Paraguay, 1959)
ROLANDO SÁNCHEZ MEJÍAS
(Cuba, 1959)
EDUARDO CHIRINOS
(Perú, 1960)
ROSSELLA DI PAOLO
(Perú, 1960)
PATRICIA GUZMÁN
(Venezuela, 1960)
DANIEL GARCÍA HELDER
(Argentina, 1961)
EDWIN MADRID
(Ecuador, 1961)
JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI
(Perú, 1961)
LEVI ROMERO
(Nuevo México, 1961)
JORGE CADAVID
(Colombia, 1962)
EDGARDO DOBRY
(Argentina, 1962)
ALFREDO HERRERA
(Venezuela, 1962)
JUAN CARLOS RAMIRO QUIROGA
(Bolivia, 1962)
RAMÓN COTE BARAIBAR
(Colombia, 1963)
SERGIO PARRA
(Chile, 1963)
ROCÍO SILVA SANTISTEBAN
(Perú, 1963)
LEÓN FELIX BATISTA
(República Dominicana, 1964)
ANTONIO JOSÉ PONTE
(Cuba, 1964)
FABIÁN CASAS
(Argentina, 1965)
JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ
(México, 1965)
JACQUELINE GOLDBERG
(Venezuela, 1966)
LUIS MORENO VILLAMEDIANA
(Venezuela, 1966)
NADIA PRADO
(Chile, 1966)
MAYRA SANTOS-FEBRES
(Puerto Rico, 1966)
DAMARIS CALDERÓN
(Cuba, 1967)
OTONIEL GUEVARA
(El Salvador, 1967)
JAIME LUIS HUENÚN
(Chile, 1967)
MALÚ URRIOLA
(Chile, 1967)
LAURA WITTNER
(Argentina, 1967)
MONTSERRAT ÁLVAREZ
(Perú, 1968)
FERNANDO DENIS
(Colombia, 1968)
MARTÍN GAMBAROTTA
(Argentina, 1968)
ALESSANDRA MOLINA
(Cuba, 1968)
SERGIO RAIMONDI
(Argentina, 1968)
PEDRO ARAYA
(Chile, 1969)
LUIS CHAVES
(Costa Rica, 1969)
KATIA CHIARI
(Panamá, 1969)
LORENZO HELGUERO
(Perú, 1969)
TANIA MONTENEGRO
(Nicaragua, 1969)
JULIO TRUJILLO
(México, 1969)
JOHN GALÁN CASANOVA
(Colombia, 1970)
LUIS ENRIQUE BELMONTE
(Venezuela, 1971)
GERMÁN CARRASCO
(Chile, 1971)
YANKO GONZÁLEZ
(Chile, 1971)
JULIÁN HERBERT
(México, 1971)
NOEL LUNA
(Puerto Rico, 1971)
MÓNICA VELÁSQUEZ GUZMÁN
(Bolivia, 1972)
WASHINGTON CUCURTO
(Argentina, 1973)
FABRICIO ESTRADA
(Honduras, 1974)
LUIS FELIPE FABRE
(México, 1974)
JAVIER PAYERAS
(Guatemala, 1974)
JOSÉ CARLOS YRIGOYEN
(Perú, 1976)
FRANK BÁEZ
(República Dominicana, 1978)
MARTÍN BAREA MATTOS
(Uruguay, 1978)
HÉCTOR HERNÁNDEZ MONTECINOS
(Chile, 1979)
ALAN MILLS
(Guatemala, 1979)
JORGE VESSEL
(Venezuela, 1979)