miércoles, 9 de enero de 2013

Delirio de un profundo saber erotizado


Eduardo Gautreau de Windt

El que escribe así es un apasionado
que cree ciegamente en el futuro
de sus mensajes secretos.
ARS


Nunca se puede establecer las verdaderas razones por las cuales quien escribe lo hace. Independientemente de la necesidad interna que se tenga de comunicar algo, siendo portavoz del resto de nuestros congéneres de ideas, planteamientos, conceptos, opiniones, etc., que puedan servir para la edificación o para la evasión de la dura realidad en que vivimos, indudablemente que existe en el ejercicio escritural una razón lúdica del propio escritor que conlleva, a veces, a que la obra misma provenga de un ejercicio de placer en sí del escribir, fruto de escarceos profundos del pensamiento y la memoria, al jugar con su realidad ficcionando, al acudir a su imaginación. Esto último, es lo que precisamente le da origen a la obra literaria y la hace arte. Arte que tiene mayor valor cuanto más conmueva y estimule al pensamiento y la conciencia del lector. Por eso es que, al estar frente a la obra literaria, el buen lector no puede evitar preguntarse los motivos internos que tuvo el autor para escribir dicha obra; hurgar intentando descifrar el simbolismo del que echó mano el yo de éste para crearla. Simbolismo que es mucho más intrincado si se trata de una obra poética. Todo esto es parte de la interacción obligada a que nos convoca una obra de arte. Y cuanto más la obra en cuestión nos toque y/o nos conmueva mayor cuestionamientos nos provocará sobre sí.

A mi juicio, “Delirium semen” es fruto de un profundo ejercicio lúdico escritural con hondos escarceos del pensamiento y la memoria de su autor, León Félix Batista. Con un buen manejo del idioma él arma su vocabulario erótico en base a textos escuetos, de estilo rebuscado y a veces con cierta altanería literaria, en la que cada palabra, cargada de gran simbolismo para sí mismo, es pretexto para una pequeña creación. Cada palabra es un pretexto para un texto.

En “Delirium semen” Batista, con un lenguaje intrincado y laberíntico nos muestra su gran erudición por los ejercicios cognoscitivos profundos que realiza con ideas y conceptos que, para mí, a veces sorprenden al lector. Y en esa capacidad de sorprendernos, moviéndonos al profundo pensar, a través del análisis de cada texto, es que el autor de manera críptica e intrincada, se solaza y hasta se regodea, al obligarnos, como lectores, a pretender desentrañar el mensaje más allá del texto, o sea, lo que realmente nos quiere transmitir en sus mensajes. Esta sublimación del autor en llevarnos más allá del texto mismo, con maestría, parece provocarle cierto placer y yo la capto como una sana altanería de su yo poético. Para cerrar con este planteamiento acudo a lo expresado, por Hernán Bravo Valera, en el prólogo de la obra: “Hay dominio en el que el placer del texto y la oda a la alegría se funden indisolublemente, es la escritura, y ello las hace comparables. Pues el deseo textual es un hambre interior, y en muchos aspectos se parece a una repulsión canibalesca. El regusto violento a carne propia, su dolor, los humores blancos y negros que retiene, posee un tono claramente autófago.”

Con una magnífica presentación, por su portada y edición, la obra nos convoca a leerla. El título, sugestivo por demás, nos abre el apetito hacia lo prohibido: “Delirium semen”. El primer morfema, escrito ex profeso en su forma original, latín, delirium, en su correspondencia en castellano, delirio, según lo expresado por el diccionario de la Real Academia española de la lengua (DRAE) en su 22ª edición en línea, no es más que: 1. m. Acción y efecto de delirar. 2. m. Despropósito, disparate. 3. m. Psicol. Confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia. Y el segundo morfema del título, con su total correspondencia del latín al español: semen, no es necesario explicarlo, su significado es claro y contundente y su carga en el simbolismo del imaginario erótico universal también. Por lo tanto, al unir ambos morfemas establecemos claramente que el título está consignado totalmente en latín, cosa esta que aumenta el simbolismo críptico y la carga de erudición de la obra. Esto me retrotrae, obligatoriamente a la locución latina: Quidquid latine dictum sit altum videtur, que significa: “Cualquier cosa dicha en latín, suena profunda."
“Vocabulario erótico”, como sub-título descriptivo y aclaratorio, por estar entre paréntesis y resguardado en el interior de la obra, nos concita mucho más a lo prohibido, a lo oculto y deseado ancestralmente, desde que el mundo es mundo. Ahora bien, ¿qué es un vocabulario? ¿Para qué sirve? Volviendo de nuevo al citado DRAE, encontramos que: vocabulario, (Del lat. vocabŭlum, vocablo), tiene siete acepciones, de las cuales, a conveniencia, sólo citaré seis: 1. m. Conjunto de palabras de un idioma. 2. m. diccionario (libro). 3. m. Conjunto de palabras de un idioma pertenecientes al uso de una región, a una actividad determinada, a un campo semántico dado, etc. Vocabulario andaluz, jurídico, técnico, de la caza, de la afectividad. 4. m. Libro en que se contienen. 5. m. Catálogo o lista de palabras, ordenadas con arreglo a un sistema, y con definiciones o explicaciones sucintas. 6. m. Conjunto de palabras que usa o conoce alguien. Dejando, a propósito, para luego la respuesta a la segunda pregunta formulada, continuaré analizando el concepto erótico. Y para ello, me voy a permitir transcribir lo ya expresado por mí, en un escrito anterior titulado: “Erotismo y misticismo en la creación poética”, en el cual al abordar el concepto de erotismo, expresé: “Si el Eros es la base del placer sensual y también impulsa la curiosidad del saber, el anhelo de superación y del deseo de vivir, como ya citamos; y que “despierta a través del placer de los sentidos (Vista, oído, tacto y olfato), dando lugar a la sensación que generan las delicias sensuales, que se intensifica con el placer carnal y el posterior advenimiento del amor, ampliemos su significado para entenderlo mejor aplicado a la poesía. En el pensamiento griego parece haber dos aspectos en la concepción de Eros. En el primero es una deidad primordial que encarna no solo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía de Hesíodo, el más famoso de los mitos de creación griegos, Eros surgió tras el Caos primordial junto con Gea, la Tierra, y Tártaro, el Inframundo. De acuerdo con la obra de Aristófanes “Las aves”, Eros brotó de un huevo puesto por la Noche (Nix), quien lo había concebido con la Oscuridad (Érebo). En los misterios eleusinos era adorado como Protógono, el ‘primero en nacer’.

Posteriormente aparece la versión alternativa que hacía a Eros hijo de Afrodita con Ares (más comúnmente), Hermes o Hefesto, o de Poros y Penia, o a veces de Iris y Céfiro. Este Eros era un ayudante de Afrodita, que dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. En algunas versiones tenía dos hermanos llamados Anteros, la personificación del amor correspondido, e Hímero, la del deseo sexual.
En lo anterior expuesto ex-profeso coloqué en cursivas, y en negritas impulso creativo, y sólo en cursivas Luz primigenia que es responsable de la creación, y más adelante fuerza primordial del amor y deseo sexual, respectivamente, pues estos son los significados que me interesa retomar para continuar. Consideremos a Eros como: El impulso y luz primigenia responsable de la creación con la fuerza primordial del amor y el deseo sexual. Entonces, si tomamos la etimología de la palabra poesía: Poesis, o poyesis, que significa Creación, y lo aunamos con lo anterior establecido sobre eros, podemos establecer una interconexión clara y directa entre la poesía, estética hecha de palabras, y lo erótico, en el humano. Planteado mejor, que la pasión estética y la pasión erótica, están íntimamente ligadas entre sí. Sólo basta recurrir a un grande entre los grandes, Octavio Paz, quien en “La llama doble” nos regala una emotiva reflexión sobre la identidad entre la poesía y el erotismo. Cito: “La relación entre erotismo y poesía es tal que puede decirse, sin afectación, que el primero es una poética corporal y la segunda es una erótica verbal. Ambos están constituidos por una oposición complementaria. El lenguaje –sonido que emite sentidos, trazo material que denota ideas incorpóreas– es capaz de dar nombre a lo más fugitivo y evanescente: la sensación; a su vez, el erotismo no es mera sexualidad animal: es ceremonia, representación. El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora”.

Luego de esta amplia y útil cita, retomando algo de todo lo anteriormente planteado sobre “Delirium semen”, la obra es fruto de un profundo ejercicio lúdico escritural con hondos escarceos del pensamiento y la memoria de su autor, donde cada palabra es un pretexto para un texto estético, en el que el autor delira alucinando, a través de su saber con un conjunto de palabras que usa y conoce en su imaginario personal con gran significación erótica; siendo lo último, o sea lo erótico, en ambas vertientes ya expresadas, lo sensual propiamente dicho, con toda su carga carnal, sexual, y lo del saber cognoscitivo, que también provoca amplio placer, hasta el posible estado del delirio. Planteado esto, es ahora fácil contestar la pregunta pendiente: ¿para qué le sirve al autor la elaboración de este vocabulario erótico?
Esta obra es, a mi parecer, un arsenal erótico personal de palabras, al azar o escogidas cuidadosamente, desde la profunda memoria vivencial de Batista, que pasaron al yo poético del autor. Tal vez evocaciones adolescentes de algunos episodios personales imborrables. Por eso, cada palabra contiene una carga erótica muy específica pero difusa en el concierto universal de lo carnal. Algunos podrían ser poseedoras de un simple simbolismo erótico y otras, por demás, constituir la representación lingüística de un verdadero fetiche personal. Digo esto al captar cierto gusto y regusto por ciertas palabras, que carentes de un claro simbolismo erótico, parecen significar mucho para el desarrollo del texto. En cambio, llama la atención la ausencia de palabras con mucha mayor carga erótica universal frente a las otras, las que no evocan fácilmente lo erótico a los demás mortales.

Verbigracia, están ausentes: clítoris, pene, vulva, glande, vagina, orgasmo, lengua, fantasías, para citar sólo algunas de las palabras eróticas emblemáticas, quizás de todos los tiempos y, por último, la inexplicable gran ausente: semen. Con la correspondiente consignación de términos que, al menos de manera general, no guardan relación alguna con lo sexual propiamente dicho. Pero bien sabido es, que lo erótico es una experiencia vivencial personal muy subjetiva para cada quien. Que al ser la corteza cerebral el órgano sexual por excelencia, donde radica toda la parte etérea de lo que representa para el humano el sexo y, este último, estar construido sobre un simbolismo intrincado y hasta críptico en algunos, el vocabulario erótico de cada quien variará considerablemente acorde a su código de valores, a su manera de enfocar la experiencia erótica y a sus propias vivencias anteriores.

En el transcurso del análisis de esta obra tuve el placer de degustar “Los demonios de la lengua” Una historia secreta sobre las tentaciones, de Alberto Ruy Sánchez. Y por gracia de la magia de la literatura, en dicha obra encontré pequeños tópicos que me son útiles para desentrañar los misterios de la obra que nos ocupa ahora. La frase usada por mí como epígrafe de este escrito, que reza: “El que escribe así es un apasionado que cree ciegamente en el futuro de sus mensajes secretos” me dio la clave para entender a fondo que León Félix Batista es un apasionado de sus mensajes secretos eróticos, provenientes “vehemente y delirantemente de su ánima, en forma de deseos. Y esto gracia a que sus sentidos se han agudizado haciéndose más sensibles a las formas y a las voces de las cosas inevitables de la carne”. De ahí que, el eros del autor lo compele a expresarse sobre el placer y el conocimiento del placer mismo; y esto le cause tanto placer asimismo al “eyacular el semen” de sus conocimientos. ¿Por qué lo planteo así? Si cada obra literaria pretende “diseminar” (Del lat. dissemināre) en los lectores lo que un autor desea, el hecho de escribir no es más, de un modo, que sembrar las semillas cognoscitivas del árbol fecundo de la mente de un escritor a la tierra fértil de los que le leen; expresado ahora con menor carga erótica que como lo resumí anteriormente.

Ahora bien adentrándonos más en los detalles de la obra, ella está compuesta por 124 vocablos, agrupados en orden alfabético, como corresponde a un Vocabulario, pero en vez de ser: un “catálogo o lista de palabras, ordenadas con arreglo a un sistema, y con definiciones o explicaciones sucintas” cada una de ella es el pretexto para un texto discursivo, de profunda intención lúdica, en la que el autor vaga y divaga, ficcionando, con un lenguaje muy simbólico y laberíntico, a veces, incluso con poca significación lírica, pero con hondo grado de sapiencia. Es más, a veces, hasta con un dejo de alta filosofía. Los discursos ocasionalmente hasta coligen con la razón e hincan la consciencia y el inconsciente, en una forma literaria de delirar (Delirio: despropósito, disparate); pero en ficción lírica. Y ¿qué es el ficcionar poético o narrativo? No es acaso una forma artística de “Confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia”. ¿Hasta dónde toda obra literaria no es un delirium en sí misma? Esto, sabemos que es salvado por la “verosimilitud” a que nos lleve la obra y la maestría con que un autor nos presente su decir. Y por último, recordar que en toda creación artística lo que debe primar, para que esta lo sea, es la estética con que nos sirvan el plato a degustar.

De las 124 palabras o vocablos, haciendo un análisis de su significado erótico, a priori, solo consideramos que 41 tienen en sí un variable grado de connotación erótica, sensual o sexual determinada. Subclasificadas, por mí, en 3 grupos:
a) directamente eróticas o de alta carga por la palabra en sí como lo son: anal, condón, desnudo, orgía, pezones, tetas, travestido, vibrador y XXX, que aunque no es una palabra, ni siglas, pueden considerarse un morfema con sentido universal conocido.
b) indirectamente eróticas, por poseer en sí mismas un débil sentido sensual, pero que por su aplicación y socorrido uso, actualmente, nos evoca o retrotrae dicha sensación. En este grupo, identificamos: Axilas, braguitas, colegialas, coqueta, húmedo, indecente, labial, lencería, lúbrico, sostenes, varonil, velluda y zorra.
c) Subjetivas: a diferencia de las anteriores, estas palabras no contienen en sí mismas una significación erótica pero, es entendible que de acuerdo a su contexto y aplicación puede evocarnos dicho efecto. Verbigracia: (en) cuatro, cuero, dedo, doméstica, faldas, gemelas, institutriz, jovencita, leche, Lolita, maestra, marimacho, morena, muñeca, nailon, quinceañera, trigo, zapatillas y zurra.

A partir de este grupo de palabras, las restantes no contienen ningún significado erótico particular en el habla general convencional. Los morfemas se pierden en el vocabulario de uso especial o muy particular y general de un hablante específico. Aquí debemos de consignar palabras tan comunes como: adorable, afeitado, amateur, angelical, aprendiz, bailarina, bizarro, brutal, cocina, doloroso, dormida, dulce, ébano, esclava, estudiante, exhibición, extremo, parcial, flaquita, frenillo, fumando, gimnasia, gira, glamorosa, gorda, grupo, huerto, inflable, inmaculada, jardín, jugoso, juguete, kermés, quimono, etc.

En este gran grupo es que realmente funciona, a todo vapor, el imaginario personal y evocativo del autor, al usar estas palabras como pretexto para un texto erótico, en algunos casos muy bien logrados, en otros eróticamente intrincados y no fácilmente entendibles o justificados. Por ejemplo, el muy conocido y usado vocablo “silla” le sirve para desarrollar un texto de fina lírica y laberíntico significado que nos sintoniza fácilmente con el tono erótico que el autor expresa; en el otro lado del péndulo podemos citar el término “natural”, que es usado para un texto de difícil comprensión erótica.

Pero en fin, debemos dejar al grueso de los lectores en la posibilidad de conectarse con el hilo erótico del autor, al coincidir con las evocaciones personales de cada quien, en esa interacción ya citada que se da entre escritor y lector, para que cada uno viva su experiencia erótica a través de la lectura de los textos. Dicha experiencia cobraría mayor valor, dado el carácter personal de la lectura y la capacidad del arte para mover emociones y sentimientos al conectar el alma del creador, implícitamente involucrada en la obra, con el alma de cada lector que a cabalidad disfrute de la obra. En este rejuego interactúan las experiencias y la memoria evocativa particular en el renglón que nos ocupa, y dado el carácter subjetivo y personal del erotismo, las posibilidades son un paréntesis abierto al infinito.

Para finalizar, quiero reforzar el rol de la memoria evocativa del autor y el vuelco de sus experiencias personales, como banco de datos al que le echó mano para construir la obra, ya que, al interior de los textos, encontramos frecuentes referencias a canciones, películas, imágenes fotográficas y pictóricas, que él yo poético de León Félix Batista trasvasa a imágenes poéticas, con carga lírica y/o erótica, con gran acierto. Claro está, también tengo que consignar que el flujo poético no es constante, pasando a veces a textos de predominio descriptivo o narrativo con un fuerte carácter conceptual. La rima no fue objetivo del autor y el ritmo, dentro de las composiciones poéticas, es muy fluctuante. Y por último, es agradable destacar que el predominio evocativo que nos concita y nos provoca a lo erótico jamás cae en lo vulgar, aún en palabras que por su significado conllevarían fácilmente a dicha caída. No se encuentra una palabra descompuesta o repulsiva, que provoque o conlleve al rechazo de algún texto. León Félix Batista, con su rebuscado e intrincado lenguaje poético, nos regala este delirante vocabulario erótico construido de manera elegante en lo escritural y con altura del pensamiento, para aguijonear el consciente y el inconsciente del lector, buscando provocar una experiencia estética que reta a la razón y a la intuición.

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