lunes, 1 de agosto de 2016

José Mármol: León Félix Batista y el lenguaje poético in extremis


León Félix Batista es uno de nuestros escasos poetas con importante número de publicaciones en editoriales de otros países de Latinoamérica, además de contar con una elevada cuota de participación en antologías y renombrados festivales de poesía de Iberoamérica, Estados Unidos, Europa y otros contextos culturales. Se trata de una voz con un acento muy singular, que se alimenta de una concepción del decir poético que procura el reverso de la función llanamente expresiva de la lengua, cuando no, se instala en una perspectiva oblicua del giro idiomático, hecho que le acerca al movimiento hispanoamericano del neobarroco (un neobarroco sui géneris) protagonizado por poetas de habla hispana, sobre todo, en Estados Unidos, donde se radicó por espacio de casi veinte años, aunque no se adscribe plenamente a sus prolegómenos estéticos, sino que se impregna de la modernidad de la poesía norteamericana, con el newyorkino John Lawrence Ashbery como cabecera, entre otros tantos.

Nuestro poeta y ensayista no se contentó ni regodeó jamás con los preceptos estéticos de aquella corriente, sino que, habiendo abrevado en ella, la interpreta y asume a su modo, para construir una poética que alcanza ribetes propios e identidad, justo en un mundo y un tiempo de identidades difusas y esquivas, para hacer del sentido de cada palabra del idioma, un desafío léxico de significación en un orbe henchido de sensibilidad, sensualidad, mediación y dominio de los recursos técnicos del poema rítmicamente articulado. En postura de Demiurgo el poeta eleva su trino: “Yo pinto su perfil fijándolo a un desvío y (con esta sola hipótesis) le doy actualidad” (“lincería”). En ese “desvío” de la morfología sintáctica y de la carga semántica monda y lironda convencionales de la frase y los núcleos estriba, en buena medida, la particularidad de la voz poética de Batista, quien, además, si bien coincide con preceptos y reflexiones de ars poética propios de la Generación de los ochenta, se afana y consigue desmarcarse con el personal e inconfundible acento de su escritura creativa.

Le conocí durante el decenio de los 80 en el seno del Taller Literario César Vallejo, fundado por el poeta Mateo Morrison, en 1979, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En aquel entonces, a mediados del decenio, había creado quien suscribe la Colección Egro de Poesía Dominicana Contemporánea, y bajo ese modesto y juvenil sello León Félix Batista publicó su primer poemario, su opera prima, titulado El oscuro semejante (1989).
Luego publicó Negro eterno (1997), accésit Premio de Poesía Casa de Teatro 1996; Vicio (1999), accésit Premio de Poesía Casa de Teatro 1998, Burdel Nirvana (2001), con el cual obtuvo el Premio de Poesía Casa de Teatro y mención especial del Premio Iberoamericano de Poesía Diario de Poesía/Vox, Argentina, 2000; Mosaico fluido (2006), libro ganador del premio Emilio Prud’Homme. Además, Pseudolibro (2008), con el cual logra el premio de Poesía de la Universidad Central del Este (UCE), Un minuto de retraso mental (2014), que mereció el premio Emilio Prud´Homme de 2013, y Música ósea (Cascahuesos, Perú, 2014), finalista al Premio V Premio de Poesía Hispanoamericana Festival de la Lira, Ecuador, 2015. Como en todo artesano de la palabra, en este autor se dan las reediciones de títulos con variantes, contándose Se borra si es leído, poesía del periodo1989-99 (2000); Crónico –segunda edición de Vicio– (Tsé-Tsé, Buenos Aires, Argentina, 2000); Prosa del que está en la esfera (Tsé-Tsé, Buenos Aires, Argentina, 2006, y Universidad Autónoma de Santo Domingo, 2007); Inflamable (La Propia, Montevideo, Uruguay, 2009), Delirium semen (Aldus, México, 2010), Caducidad (Amargord, Madrid, 2011), Sin textos no hay paradiso (Gamar Editores, Colombia, 2012) y El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Ruido Blanco, Ecuador, 2014). Como se puede apreciar, todo un periplo editorial iberoamericano, lo que refleja el interés de su escritura en diversos ámbitos de la lengua española. También ha sido incluido en múltiples antologías de poesía publicadas en distintos países, a saber, Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Jardín de Camaleones (La poesía neobarroca en América Latina), (Iluminuras, Brasil, 2005) y Cuerpo Plural (Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010). En 2003 se publicó en Brasil la antología bilingüe español-portugués Prosa do que está na esfera.
Guiado por la convicción de que la poesía es, ante todo, un vestigio de lenguaje y pensamiento, al que ha precedido el “pesanervios” de Artaud y la laboriosidad fisiológica del estilo que marcó a Flaubert y al Vallejo de Trilce, León Félix Batista asume la escritura como una tarea solitaria que implica, como en Stravinsky, hacerla para sí mismo y para un hipotético alterego; o bien, como en Ionesco, para quien escribir para uno mismo es el recurso para poder llegar a los demás. Esta antología, que lleva por título, y no por capricho, sino, por vital y estética convicción, Duro de leer, nos permite apreciar la evolución, la espiral ascendente de una escritura que, tejida por el impulso de la emoción, brota, sin embargo, de un calculadísimo movimiento de las competencias en el manejo del idioma, muy similar a las pacientes manualidades tradicionalmente femeninas del tejido con hilo o el bordado sobre delicadas telas de un blanco infinito: la página en blanco. No por casualidad escribe el poeta el verbo “membranar”, porque de membrana en membrana se articula el poema, hasta convertirse en célula del pensamiento y la sensibilidad, en átomo del mundo con sentido propio.


Duro de leer invita a un recorrido por la poesía de nuestro autor desde 1996 (Negro eterno) a 2014 (Un minuto de retraso mental). Un período de ejercicio poético que simboliza el desarraigo del hombre y su lenguaje en su complejo tránsito de la modernidad a la posmodernidad, en el que se ha ido transformando, para bien o para mal, no solo su entorno vital, económico y cultural, sino también, su cuerpo y su ámbito sensorial, su manera de sentir, de pensar, de creer y de interactuar con sus semejantes. En su relativismo perceptivo, es el propio poeta quien nos dice: “después de todo el yo ya es polvo inoperante nacido de una elipsis e inestabilidad” (“Babas sobre babydoll). Lo inestable forma parte de la condición de ser del hombre, de su lenguaje y de su mundo. Porque, también la lengua, en tanto que entidad viviente, se transmuta, se metamorfosea, expande su léxico –algo carísimo a León Félix Batista– conforme la racionalidad tecnológica y el consumo de artefactos y productos desechables conquistan la vida y la muerte –o la conciencia de la mortalidad– de los individuos.

La poesía de nuestro autor es un espejo en el que se proyectan estos avatares, dispersivos, difusos y contradictorios del sujeto contemporáneo y su cosmovisión. De ahí la fuerza de su verso que reza “tan difusa la existencia y su dibujo realidad”. Un recorrido, insisto, que para construir su orbe laxo de sentido y dar un nuevo significado a los términos, las palabras, las frases e, incluso, los objetos referenciados, se vale de fuentes culturales como la memoria del bolero, el erotismo destilado en poetas y escritos de la más variopinta procedencia, la arquitectura convencional del verso y la singular estructura rítmica del bloque prosado, hasta llegar a la insondable naturaleza del tiempo, un tiempo capaz de abarcar todo un libro de poemas en apenas sesenta segundos. El poema habrá de ser un “buril viscoso” que al lector “dará taller”; es decir, que retará al lector en la dificultad. Porque “Dominio de un demonio (sin duda) es el decir” (“Prosa del que está en la esfera”). Y decir poéticamente, desde la óptica del estilo de León Félix Batista, es encontrar, respecto de la sintaxis o el léxico, más placer en destruir que en construir, como lo previó Nietzsche con su aforismo “El que crea destruye siempre”, y le siguió Ceronetti con el suyo que reza “Hay un construir que es mucho más perjudicial que cualquier destruir”. El poeta confiesa, en elipse que contiene su visión del lenguaje y de lo real: “Yo pinto su perfil fijándolo a un desvío y (con esta sola hipótesis) le doy actualidad” (“lincería”).

Es en esa erótica hedonística de la deconstrucción expresiva, con una significativa carga de ironía o humor negro de Cioran, donde radican la singularidad y la fuerza de la escritura poética del autor de Duro de leer. Invito, pues, al lector a ser parte de este desconcierto estético, de esta inestabilidad dispersiva del sentido y resquebrajamiento de los códices de moralina, que es la forma de Batista llevarnos por su calculadísimo viaje, desde la génesis del poema hasta su factura, solo temporalmente acabada. Pronto estaremos en la trayectoria de su nueva aventura, en la que, me atrevo a apostarlo, el lenguaje habrá de desandar insospechados extremos de sentido.


Santo Domingo, RD
Febrero 2016



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