jueves, 8 de marzo de 2012

Prólogo a CADUCIDAD (Amargord, Col. Transatlántica 12, Madrid, 2011)


La sintaxis pedregosa, el pretérito rasgado & la prosodia salina de Caducidad de León Félix Batista. Donde un día es un espasmo de existencia. Donde hay días con estrías que derrapan trepanando la cabeza. Días que supuran blandos en un arco especular de antimateria. Días que delirando se deshilan. Días cuya llaga va a estallar. Días que se dilatan supurando su pureza.

i.
Caducidad, según la RAE, refiere a cualidad de caduco. Lo que en su primera acepción remite a decrépito (sumamente viejo), que no tiene relación con la obra que nos ocupa. Pero la segunda, que es la que aquí nos interesa, nos lleva a perecedero (poco durable, que ha de perecer o acabarse). Podría parecer equívoco entonces que una poesía vinculada a lo híper-textual, a las diferentes formas del exceso que las prácticas (neo)barrocas implican se vincule desde el inicio a lo caduco. Pero no lo es por diferentes sentidos, uno importante, el hecho que la densidad léxica que aquí se ofrece apunta a estados avanzados de inestabilidad lingüística: los brotes son confusos, verticales discontinuas: no me quedan incidentes que contar; levemente dilatados, disipando su secuela (los asépticos compuestos de los días) sobre planos sobrepuestos, cristalinos y letales: en segmentos de manera movediza. Lo proliferante como característica del texto que se construye de partir de sí mismo pero que apunta a lo confuso, a lo discontinuo, a lo sobrepuesto, a lo movedizo.

ii.
Dice Linda Waugh, desarrollando el concepto de función poética, que en poesía la atención en el signo lingüístico, a partir de su disociación con el referente, significa que la textura del signo en todos sus aspectos se hace perceptible. Es decir, que el componente semántico dista de ser el único a considerar en poesía, lo que nos lleva, entre otras cosas, al acercamiento verbal, vocal y visual propuesto por los concretos brasileños. Esto se relaciona bien con el cuerpo textual que analizamos y con el referente al que lo asociamos, tal como viene haciéndolo la crítica: lo neobarroco/neobarroso. Algo que nunca ha constituido un movimiento o grupo organizado, como no lo son hoy en día las propuestas vinculadas al ethos de las vanguardias, pero que en las tres últimas décadas ha constituido una de las líneas fuertes dentro de la poesía latinoamericana. Cuerpo de escritura que huye del sentido único, de la sentimentalidad, de lo coloquial como camino único y del que Eduardo Milán ha destacado su lógica proliferante del lenguaje, la importancia de la paronomasia y las asociaciones fónicas que llevan a la creación de sentido por “contagio” de significantes al tiempo que a la importancia de la metonimia, tropo que actúa por contigüidad y no por sustitución como la metáfora. Esto es lo que lleva a la creación de textos espesos, que huyen de la referencialidad y que plantean un ejercicio crítico de lenguaje que no aspira a articularse en torno a un fin o a una idea preconcebida.
Pero es el mismo Milán quién nos advierte de algo que usualmente no se tiene en cuenta con estas poéticas y que incluso se niega desde posturas estéticas antagónicas: si bien la poesía “neobarrosa” no es propositiva sí es una poesía expresamente atenta a la situación social en la que inscribe su escritura. Esto, entonces, hace que la actitud neobarroca sea una crítica a la identidad cultural. Cruces de identidades, mestizaje, cultura no consolidada totalmente en sus valores, la de América Latina parece ser una condición multicultural en transición constante.

iii.
Hay pensamiento, entonces, en la poesía de raíz neobarroca en general (no en vano Roberto Echavarren se refiere a ella como aventura del pensamiento) y en Caducidad de León Félix Batista. Pero un pensamiento que no se articula de forma lineal ni lógica ni se relaciona con la realidad de forma mimética. Muy a propósito las reflexiones de Antonio Gamoneda sobre la especificidad del pensamiento y el conocimiento poéticos: la poesía genera, primordialmente, conocimiento de la realidad que ella misma crea, de la realidad que ella misma es; no necesita fatalmente fatalmente informar sobre una realidad establecida en el exterior de ella misma, en el exterior de la poesía.
Caducidad de León Félix Batista se articula sobre las consideraciones fónicas a las que hacíamos referencia. La aliteración, en particular, juega un papel muy importante, y entendida según su acepción más literal: repetición notoria de fonemas sobre todo consonánticos que contribuyen a la estructura y la expresividad del verso o la frase. Esto es prominente en el texto y elemento clave de una particular prosodia al tiempo que asume un rol esencial en la creación de (sin)sentido.
Pero al mismo tiempo, en una poesía que renuncia a cualquier intento de clasificación temática, Caducidad ofrece algunos puntos sobre los que se (des)articula en cuanto a contenido, a pensamiento. Uno esencial son los días (el día, algo esencialmente caduco, que ha de acabarse). Días que están presentes en el flujo del texto de una manera cuasi anafórica. Y que asumiendo la autonomía del poema, proporcionan una rica gama de imágenes que asumiendo las particularidades de la poesía, no se alejan ni se divorcian del mundo del que se originan sino que lo (re)fundan de una manera crítica en el flujo textual. Así, haciendo buena la afirmación de Néstor Perlongher en cuanto a que la poesía de raíz barroca no es una poesía del yo sino de la aniquilación del yo, Caducidad ofrece una saga de imágenes en que los días generalmente son entidades dolientes, con una suerte de dolor muy orgánico, vinculado a lo corporal: así, asociados a ellos encontramos tumefacción, quemadura, infección, llagas, supuración, lepra, sutura, mutilación, abismo, laceración, tumefacción, hematoma, síncope, anemia, trombosis. Estamos en América Latina, donde buena parte del dolor aun está fijado a lo más físico de los cuerpos (como no pensar en Lumpérica de Diamela Eltit, entre lo estremecedor. Y en el propio Batista: realidades laminadas en los párpados: las drenan escalpando en su espesor libélulas cegadas). Y la general ausencia del yo que Batista emplea a lo largo del libro tiene una importante carga estética e ideológica, puesto que así, el dolor ya no es el producto sublimado de una sensibilidad única sino que se traslada literalmente el texto, donde los días con su dolor y su delirio adquieren una materialidad crítica y amplificada en innumerables sentidos. Mas que un texto significante, un entretejido de alusiones y contracciones rizomáticas que transforman la lengua en textura, sábana bordada que reposa en la materialidad de su peso. Volvemos con Perlohgher y seguimos con su dicotomía entre lo confesional y lo confusional. El mundo que nos toca es confuso, más aun si cabe en su vertiente latinoamericana, y esta poesía de Caducidad lo reconoce desde su misma articulación lingüística. Y desde sus resultados poemáticos: días borrados con aguarrás.

iv.
Nos hemos referido parcialmente a elementos formales, lo verbal y vocal, y continuaremos brevemente puesto que constituyen un elemento identificador en la poesía de Batista. Nos acercamos ahora a lo visual. El libro anterior del poeta es Delirium Semen, vocabulario erótico, que está compuesto a la manera de un diccionario, con palabras ordenadas alfabéticamente a las que sigue una definición que el autor crea y en las que emplea muchos de los elementos estéticos a los que hemos hecho referencia para Caducidad. Y también usa la caja estrecha propia de los diccionarios, solo que en vez de las dos columnas que suelen ser preceptivas en cada página, Batista solo inscribe una, centrada y justificada. Manera de disponer el texto que se sigue en Caducidad, elemento formal que añade capas de sentido al libro a través de la inserción de elementos concretos y vitales para esta poesía no a través del significado o de la indagación racional. Una columna central de caja estrecha y justificada puede acercar a mohawk, con su pasado aborigen y su presente mestizo. A trazado discontinuo, y su ilación con carretera y viaje. Y a más cosas y anteriores puesto que este desarrollo formal se viene gestando desde temprano en la poesía de León Félix Batista. Que nació en República Dominicana en 1964, donde está de vuelta (y de la que es uno de sus poetas prominentes) tras vivir casi dos décadas en Nueva York dedicado a su obra, a la traducción y a las actividades editoriales.

v.
El neobarroco/neobarroso no es un movimiento, es eminentemente latinoamericano y no ha tenido presencia en poetas españoles. Para Eduardo Milán, no es posible, pese al empecinamiento de cierto pensamiento acrítico, considerar no solo a la poesía latinoamericana sino también a la poesía del siglo XX al margen de las repercusiones del vanguardismo histórico. Esto incluye a España, donde si bien la presencia del legado vanguardista tiene una implantación algo más problemática, para Antonio Méndez Rubio, su herencia en la poesía española es larga y multiforme, pese a los intentos de la crítica de ideología conservadora de minimizar su impacto. Es común a los intentos acríticos y conservadores referirse al legado vanguardista y a su forma de operar actual de una forma tendenciosa y hasta caricaturesca, como si siguiesen funcionando de la manera organizada y militante de las décadas históricas de principios del siglo XX, es decir, poniendo el acento en lo más extremo de lo experimental y del seguimiento dogmático de unos postulados. Esto no es así puesto que su influencia es vasta y multiforme. Ecléctica y heterodoxa. Como lo reflejan las palabras de Miguel Casado cuando dice que las vanguardias y su legado operan como parte de un nuevo concepto contemporáneo de tradición. Como lo refleja la propia práctica del neobarroco/neobarroso, que si bien hereda el espíritu crítico, experimental y de aventura frente al lenguaje de las vanguardias, según Echavarren, ya no lo hace desde un método coherente o único de experimentación.
Esto provee un buen terreno para la entrada de la poesía de León Félix Batista en España. Un sustrato común que lo acerca a aquellos poetas instalados en los discursos críticos, donde si bien el concepto contemporáneo y dinámico de la tradición al que hacíamos referencia opera con sus particularidades transatlánticas, genera una malla inclusiva que augura una recepción atenta y significativa. Como no ante un poeta que dice: hay días que (…) son gérmenes de páginas, palabras intangibles que registran sobre piedra lo opuesto del espacio, el éter de lo sólido metido en el encéfalo con líquido volátil. Un poeta cuya poesía en general y muy en particular en este Caducidad, tiene un elevado poder de conmoción: esos días desarrollan recorridos de curare por tangentes de crepúsculos perversos; la mente continúa medrando en las fracciones y el cerebro se apercibe de sus larvas. Que hace buena la observación de Perlongher en cuanto a que contiene las condiciones de la relación entre la lengua y el cuerpo, entre la inscripción y la carne. No en vano el malogrado poeta argentino aparece como una entrada en el prólogo con que Hernán Bravo Varela abre Delirium Semen. No en vano en Caducidad León Félix Batista deja escrito: en los próximos espacios inhibidos de placenta los pretéritos parecen colectivos: (…) despuntan a través de mucosas de pantanos que apenas apuntalan sus partículas, de fosos cuyas franjas (abono por la sal) sobrepasan las fronteras de los cuerpos.



Andrés Fisher
Triplett, Carolina del Norte
Otoño de 2011

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