-Cómo que Jimmy se murió? Pero si ayer estuvimos conversando!
Eso alcancé a decir, antes de ser invadido por la pena. Es impactante que charles casi a diario con un amigo con el que pocas veces conversabas... y se muera de repente. Y es que, precisamente ayer, miércoles 26, presentaríamos el Diálogo Interactivo "La herencia cultural dominicana", en torno a la edición del Diccionario Cultural Dominicano que editáramos en 2017. Salvo Carlos José Peña, participaríamos todos: Jimmy Sierra, Reynaldo Disla, Héctor Martínez y Leonel Fernández (a quien más bien veríamos llorar frente al cadáver de su amigo y maestro Jimmy).
Antes de emigrar a Nueva York en 1986, no conocí al Teórico Jimmy Sierra más que por referencias. Ello a pesar de varios puntos en común, comenzando por el arte, la universidad y la barriada de Villa Juana, donde viví un par de años en la calle Paraguay, apenas a una esquina del histórico Club Mauricio Báez. Pero da la casualidad de que nunca he practicado baloncesto (imagínense a un asmático corriendo 40 minutos sin parar por una cancha): lo mío era el beisbol, esperando en el right field algún batazo "alitraniao" que cayera por allí. La otra cosa es que jamás me ha interesado la política, y me mantuve al margen de las ideas de izquierda (como de las religiosas), alarmado por el carácter de fanatismo que suele caracterizarla. El mundo para mí pasaba por el filtro del poema. Y las únicas ideas atractivas eran las filosóficas.
Tampoco a mi regreso al país en 2004 conocí a Jimmy en lo inmediato, sino mucho después, cuando me lo encontraba con algún común amigo, como Reynaldo Disla o Alexis Gómez Rosa. Luego sí fuimos amigos, con una amistad forjada al fuego de las profundas diferencias de criterio y las confrontaciones metodológicas que tuvimos, cuando fui convocado por el presidente Fernández para la edición final del mencionado Diccionario. El Teórico, digámoslo, no era un tipo fácil, y podía y sabía conducir al más alto nivel su idea de las cosas. Yo no soy nada difícil -excepto si se trata de que un libro quede lo mejor editado posible. Y así, entre disputa y disputa, pasábamos del combate verbal a la charada lúdica, inteligente y sana. Qué maravilla de persona era Jimmy! Cuánta cultura embutida en una sola cabeza!
Supe después que él, desde su posición privilegiada de amigo de infancia del presidente Fernández, le sirvió de pivote a mucha gente con necesidades de algún tipo. Yo nunca tuve que apelar a él por nada, y tampoco hubiera podido, ya que -repito- sólo intimamos mucho más tarde. Me alegro de eso, porque en nuestra relación nunca medraron otros intereses que no fuesen los meramente intelectuales.
Los últimos aportes a nuestro vínculo personal fueron bastante ricos. Yo publiqué en Facebook la imagen de un libro de Domingo de los Santos, poeta de mi barrio ido a destiempo. Y contaba que en mis pininos había co-fundado un Taller Literario con su nombre. Por la muerte prematura de Domingo, su biografía siempre nos resultaba oscura, hasta que en ese post Reynaldo citó al Teórico, recordando que habían sido amigos. Y entonces Jimmy vertió allí, de nuevo, todo ese caudal de anécdotas y datos que acumulaba en su prodigiosa memoria sobre Domingo de los Santos y sobre tantas cosas. Con pena añado que Jimmy prometió entregarme ayer copia de los cuentos inéditos que escribió De los Santos, más una reproducción fotostática de sus libros de poemas. Ya no podrá. Maldita muerte.
Empiezo a comprender, justo ahora, la dimensión del mundo que se me mantuvo oculta por no haber conocido a Jimmy Sierra a tiempo.
(Imagen de la presentación del Diccionario Cultural Dominicano, 9 de octubre de 2017, Auditorio Juan Bosch de la Biblioteca Nacional)
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